La caida del Muro de Berlin y la socialdemocracia

Ya resultaba claro hace 30 años que la caída del Muro de Berlín cambiaría todo. Pero qué implicaría ese cambio para la política mundial en el siglo XXI todavía está por verse. En 1989 la Unión Soviética y el comunismo habían condenado a decenas de millones de personas a la pobreza y no habían podido competir con el modelo económico occidental. Por cuatro décadas, la Guerra Fría se había cobrado millones de vidas y había creado un pretexto para la represión y el predominio de las élites en decenas de países de América Latina, África y Asia. Sin embargo, a pesar de todas sus implicancias positivas, la era de la pos Guerra Fría alteró drásticamente el proyecto socialdemócrata occidental.

Las propias élites abrazaron el pacto socialdemócrata como una manera de impedir la revolución comunista. Fue este modo anticomunista de socialdemocracia lo que motivó a intelectuales como el economista John Maynard Keynes, uno de los arquitectos del orden de posguerra, y a líderes políticos desde los presidentes Franklin D. Roosevelt hasta John F. Kennedy y Lyndon B. Johnson en EE. UU. Del mismo modo, la amenaza del comunismo (de Corea del Norte) llevó a los líderes surcoreanos a implementar reformas agrarias ambiciosas e inversiones en educación, tolerando cierto grado de actividad sindical pese a su deseo de mantener bajos los salarios. Pero cuando el comunismo colapsó como sistema económico e ideología le derribó las patas al taburete socialdemócrata. Enfrentada repentinamente con la necesidad de inventar una ideología nueva, igualmente inclusiva e igualmente universalista, la izquierda demostró no estar a la altura. Y, al mismo tiempo, los líderes de una derecha ya en ascenso interpretaron el colapso del comunismo como una señal (y oportunidad) para hacer retroceder a la socialdemocracia en favor del mercado.

La adopción de esta agenda en gran parte de Occidente fue un error. Ignoró el aporte que el Estado benefactor, las instituciones del mercado laboral y las inversiones gubernamentales en investigación y desarrollo habían hecho al crecimiento de posguerra; no anticipó que desmantelar las instituciones socialdemócratas debilitaría a la propia democracia, empoderando más a los políticos en funciones y a los ricos; e ignoró las lecciones de los años de entreguerras, cuando la falta de oportunidades económicas generalizadas y fuertes redes de seguridad había generado las condiciones para el ascenso del extremismo de izquierda y derecha.

El presidente norteamericano Ronald Reagan y la primera ministra británica Margaret Thatcher pueden haber imaginado un mundo con mercados más eficientes y controles menos burocráticos. Pero la revolución política que lanzaron ha culminado en la presidencia de Donald Trump en EE. UU. y un gobierno liderado por Boris Johnson en Reino Unido. El pacto socialdemócrata necesita ser reformulado para el siglo XXI. Hay que reconocer los problemas que enfrentan las economías avanzadas; formar una nueva coalición política lo suficientemente amplia como para incluir a trabajadores industriales, que siguen estando entre los segmentos más políticamente activos de la población; y lo más importante, reconocer que recortar el poder de las grandes empresas, ofrecer servicios públicos universales, incluida atención médica y educación de alta calidad; proteger a los trabajadores, impedir el crecimiento del empleo precario de bajos salarios, e invertir en I&D son políticas que deberían ser evaluadas en términos de sus consecuencias económicas. Son la esencia del proyecto socialdemócrata, y las bases de una sociedad próspera y estable.

’... recortar el poder de las grandes empresas, ofrecer servicios públicos universales, de alta calidad... Son la esencia del proyecto socialdemócrata y las bases de una sociedad próspera y estable’.

Perfil

Daron Acemoglu. Es uno de los autores (junto con James A. Robinson) de The Narrow Corridor: States, Societies, and the Fate of Liberty.