La catedral de Santa Elena fue uno de los panes que atrajo la mirada de los cientos de visitantes.

Cadeate construye una ciudad hecha de pan

Los panificadores de la Península hacen sus creaciones por el Día de los Difuntos. Elaboran un templo, animales y productos marinos.

Los cientos de turistas que acudieron el pasado domingo a la denominada ‘Feria del Pan’, que cada año se realiza en la comuna Cadeate al norte de la Península, se mostraron sorprendidos al ver la creatividad de los panificadores del lugar.

Es que encontrarse con la catedral de Santa Elena en miniatura, al igual que la tradicional concha Spondylus o las carretillas que antes se utilizaban para transportar los productos de una comuna a otra e infinidades de figuras de las especies marinas que se capturan en la zona, todas hechas de pan causaron grata impresión en los asistentes.

“Hemos querido revivir la historia de nuestra tierra, por eso cada uno de los compañeros dueños de las panaderías se encargó de elaborar un pan que represente nuestra tradición”, dijo Damaso Reyes, presidente del gremio de panificadores de Cadeate.

Maritza Figueroa, de 40 años, propietaria de la panadería ‘Paquito’ era una de las más entusiasmadas, la mujer que desde los once años aprendió el oficio de sus ancestros, mostró en su stand a un hombre llevando grandes canastas de pan en una carretilla.

El delicioso cuadro representaba al abuelo de Figueroa, quien por la década de 1940 acudía a vender panes a Manglaralto y Olón, llevando sus productos en una carretilla de palo de muyuyo que él mismo construía. “Mi padre me comentó llevaban unas enormes canastas y unos sacos llenos de roscas y garrotes (pan tostado de dulce) para la venta, era todo un día de trabajo”, expresó la mujer que con orgullo respondía a quienes le consultaban sobre lo que exponía.

A pocos metros de la mesa de Figueroa, su coterráneo John Tomalá Reyes, compartía experiencias con los asistentes sobre la elaboración de la catedral ‘Emperatriz Santa Elena’, el joven panificador utilizó 6 kilos de harina, 24 huevos, canela y pasas para cumplir con el objetivo.

El trabajo de John junto a sus tres hermanos empezó a las 22h00 del sábado y culminó a las 08h00 del domingo, dos horas antes que empiece la feria.

“Es la iglesia donde todos los peninsulares acudimos cada 18 de agosto, es el día de nuestra santa patrona, tradición que no debe perderse nunca”, refirió Tomalá Reyes.

Una enorme concha Spondylus con filos rosados fue lo que presentó Lucio Yagual, otro de los artesanos de Cadeate, el producto que antes los pescadores hallaban entre las rocas del perfil costero peninsular tiene una significación especial, pues a decir de los investigadores los caparazones se los utilizó como las primeras monedas.

“Dicen que las más brillantes tenían mayor valor, eran las favoritas para el intercambio, la concha Spondylus solo se comía en fechas especiales”, comentó Yagual al público que observaba su trabajo.

El guayaquileño Carlos Rendón aprovechó su estancia para tomarse fotos junto a su familia en los 50 stands que mostraron la labor de los artesanos de Cadeate. “ ¡Qué maravilla!, esto es digno de admirar”, repetía el turista que adquirió cinco enormes tortugas de sal y dulce por el precio de un dólar cada una.

A la población de Cadeate también se la conoce en la Península como la ‘Capital del Pan’, es que de sus aproximadamente tres mil habitantes, el 80 % se dedica a la panificación.

Aprendieron secretos del oficio

La actividad se remonta a finales del siglo XIX cuando en el lugar la principal actividad era el cultivo de paja toquilla que los campesinos a lomo de caballo llevaban hacia el puerto de Manglaralto para ser trasladadas a otros destinos.

Francisco Reyes, de 88 años, es el panificador de mayor edad en Cadeate, el octogenario narra que sus abuelos recibieron las primeras enseñanzas en el oficio por parte de un ciudadano extranjero que un día llegó a Manglaralto a comprar paja toquilla y tagua.

El foráneo les dio las técnicas de amasar la harina a pulso y la construcción de los hornos de barro, además de cómo se debía ubicar la leña para hornear los panes: “Aprendan que algún día les va a ser útil en la vida”, habrían sido las palabras de motivación del forastero a los lugareños.

“Hasta la levadura la hacíamos nosotros mismos”, recuerda Reyes. En un principio los pobladores de Cadeate intercambiaban paja toquilla por harina de trigo para la elaboración de los panes.