Tiempo en blanco

Ni frío ni calor: cero grados. El clima en Ecuador en lo social, en lo económico y en lo político oscila. Es decir, ni sube ni baja. Ni avanza ni retrocede. Está estancado en una zozobra de impulsos estériles y conflictos inútiles que ha derivado en un ambiente de indiferencia o de resignación.

La anomia social ha convertido a los individuos en ciudadanos aislados, inconmovibles. Los desaires de una semana se olvidan tras los días de descanso. Las políticas de un día, que suenan a las de siempre, no cambian nada. El problema en las cárceles sigue ahí, esperando un nuevo pico de violencia que será sepultado, de nuevo, por el tiempo. Todos se han acostumbrado a las cifras del desempleo y precariedad. Los ojos ya no ven historias de necesidad. Los oídos ya no procesan más lamentos. La resignación se ha extendido como una plaga que engrisece todo: la política, la credibilidad gubernamental, las medidas económicas, la iniciativa privada, el ímpetu personal.

Quizá sea una estrategia pensada para que el aletargamiento mantenga el espíritu cívico anestesiado ante tantas dificultades y no haya protestas ni ambiciones. Quizá sea una consecuencia o quizá sea la causa. Pero pasa el tiempo y se agota la vida. La de todos: la de los gobiernos y la de la gente.