Bancos centrales sin municion
La economía global enfrenta un problema crónico de demanda nominal deficiente. Japón sufre un crecimiento cercano a cero e inflación mínima. La inflación de la eurozona nuevamente volvió a ser negativa, y la británica es de cero, a la vez que el crecimiento económico se desacelera. La economía estadounidense es ligeramente más robusta, aunque incluso allí la recuperación de la crisis financiera de 2008 sigue siendo decepcionantemente lenta: tasas de empleo muy por debajo de los niveles de 2007 e inflación anual que no alcanzará el objetivo del 2 % de la Reserva Federal durante varios años.
Los bancos centrales con frecuencia destacan los límites de sus poderes y lamentan la falta de progreso por parte del gobierno hacia una “reforma estructural”, es decir: liberalización comercial, reformas en el mercado laboral y de productos, y medidas para abordar los desafíos fiscales de mediano plazo, como aumentos de la edad jubilatoria-. Pero si bien algunas de estas medidas podrían incrementar el crecimiento potencial en el largo plazo, casi ninguna puede marcar una diferencia en cuanto al crecimiento o las tasas de inflación en los próximos 1 a 3 años. Más bien, algunas reformas, como el incremento de la flexibilidad del mercado laboral (haciendo que resulte más fácil despedir empleados, por ejemplo), pueden en un principio tener un efecto negativo en la confianza y el gasto de los consumidores. Si el problema central es una demanda global inadecuada, lo único que puede resolverlo es la política monetaria o fiscal. Pero los banqueros centrales tienen razón al destacar los límites de lo que la política monetaria por sí sola puede lograr. La demanda nominal aumentará solo si los gobiernos aplican política fiscal para reducir impuestos o aumentar el gasto público -colocando así a la nueva demanda, según palabras de Milton Friedman, directamente “en el flujo de ingresos”. Pero el mundo está lleno de gobiernos que se sienten incapaces de hacer esto. Es creciente el temor de que estemos “sin munición” para combatir un crecimiento inadecuado y una potencial deflación. Pero si los gobiernos tienen mayores déficits fiscales y no financian esto con deuda sujeta a intereses sino con dinero del banco central, la demanda nominal sin duda aumentará, produciendo una combinación de inflación más elevada y mayor producción real. Y aunque se suele decir que monetizar los déficits fiscales comprometería a los bancos centrales a mantener las tasas de interés bajas para siempre, una estrategia destinada a producir una inflación excesiva, al mismo tiempo hay quienes argumentan que el financiamiento monetario no estimularía la demanda porque la gente temería un futuro “impuesto a la inflación”. Ambas aseveraciones no pueden ser ciertas; en algún lugar en el medio existe una política óptima. La única cuestión política realmente importante es si podemos diseñar reglas y asignar responsabilidades institucionales para asegurar que el financiamiento monetario se utilice solo de manera moderada y disciplinada, y creo que el problema de la disciplina se puede resolver.
Project Syndicate