Banco Central: ventanilla de la Fed
Moreno ha enviado una ley de título impronunciable en la que dedica más de la mitad del texto a lograr que el Banco Central luzca como una ventanilla de la Federal Reserve americana: redivivo y todopoderoso. La Constitución de Montecristi, por su parte, hace referencia en el capítulo sexto, secciones sexta y octava, a los temas monetarios, cambiarios, crediticios y al sistema financiero, en su orden. Lo hace en menos de una página llena de principios líricos y contradicciones como, por ejemplo, disponer que una ley puede dar por terminada la dolarización, pero prohibiendo al mismo tiempo el congelamiento y retención arbitraria de fondos. Declara, en otro traspié que no sorprende, que la política monetaria y cambiaria la dirige el Banco Central.
¿A qué política cambiaria y monetaria se refiere? En dolarización, sistema que usa el signo monetario de otro país y donde un banco central carece de señoraje, no es aceptable tener (a) operaciones de mercado, (b) redescuentos, (c) encaje bancario, y (d) represión financiera. Además, ¿qué pretenden cambiar: dólares contra dólares?
En tiempos en que se requiere reducir el tamaño del estado, se plantea no una, sino tres, autoridades monetarias: una junta, un directorio y el propio banco, que deberán “formular e implementar” la inexistente política monetaria. Se blindan legalmente los eventuales personeros contra cualquier mala práctica económica; establecen para sí escalas especiales de remuneración; no establecen, en cambio, ningún mecanismo de rendición de cuentas. La Superintendencia de Bancos, la verdadera autoridad financiera, es relegada a ser una pesquisa costosa cuyo oficio es monitorear el buen comportamiento de los “enfants terribles” de la banca que más de una vez han necesitado supervisión de adultos; y la otra Súper, inventada por Correa, se encarga de temas en el ámbito privado que no son de su competencia.
El Directorio es una suerte de corte celestial cuyos actos no requieren del “concurso de un ente distinto ni de la aprobación de otro ente”. Entretanto, el Central es un banco pequeño que con los $100 millones de capital que se le asignaría violaría principios básicos de apalancamiento financiero pues, repito, no tiene señoraje (¡felizmente!). Para curarse en sano, en caso de cualquier embarre podrá, a diferencia de cualquier otro banco, recurrir al Ministerio de Finanzas para que le reponga las pérdidas.
El Banco Central sí debe ser agente fiscal y financiero del Estado. Además, aparte de llevar estadísticas confiables (para lo cual cabe una fusión con el INEC), debiera ser protagonista en la creación de una mesa de dinero, instrumento requerido para crear mercados de valores, y no para fungir de regulador. La regla de emisión de moneda fraccionaria debe establecer el respaldo de 100 % de reservas. El Gobierno debe devolver la totalidad de los depósitos, oro y Derechos Especiales de Giro que Correa se llevó: en efectivo y en plazo prudencial. Su directorio debe ser un organismo de gobierno al igual que cualquier otro banco.
Lo que no debe hacer es pretender levantarse como Lázaro si algún día se acaba la dolarización, a la que farisaica e innecesariamente dicen proteger.
’Lo que no debe hacer es pretender levantarse como Lázaro si algún día se acaba la dolarización, a la que farisaica e innecesariamente dicen proteger.’