El asambleísta que queremos

El asambleista que queremos

No existe una universidad en el mundo que emita el título de asambleísta, legislador, diputado, o como se llame a esas personas que redactan y aprueban leyes. Ese título lo otorgan los ciudadanos a quienes muchas veces no conocen en persona, pero votan

No existe una universidad en el mundo que emita el título de asambleísta, legislador, diputado, o como se llame a esas personas que redactan y aprueban leyes. Ese título lo otorgan los ciudadanos a quienes muchas veces no conocen en persona, pero votan por ellos.

A siete meses de que los ecuatorianos acudan una vez más a las urnas para elegir una nueva Asamblea Nacional (además de presidente, vicepresidente y parlamentarios andinos) cabe preguntar: ¿existe un perfil ideal para un aspirante a una curul? Hay ciertas características básicas que, de acuerdo con dos expertos y un ciudadano consultados, debe reunir un candidato.

El factor común es la preparación tanto académica como del quehacer legislativo. Esta respuesta es el reflejo de una constante en los partidos y movimientos políticos: postular a personas de la farándula y del deporte. El Partido Social Cristiano ya postuló al cantante Gerardo Mejía como asambleísta del exterior.

Esto no quiere decir que los cantantes, presentadores de televisión o futbolistas no tengan la predisposición de ejercer un buen papel legislativo. Ni tampoco que solo aquellos que tienen un título académico pueden desempeñarse de mejor manera en el plenario de la Asamblea. No obstante, en general, la política ecuatoriana ha tenido y tiene casos destacables y otros no tanto.

En este contexto, ¿es la popularidad otra de las cualidades de un candidato a asambleísta? Es una que pesa, en la mayoría de los casos, más que la preparación y que otras características, considera Jorge Acaiturri, analista y exdirigente político, quien resume el perfil del legislador moderno en una frase: “Un político altamente técnico y un técnico altamente político”.

Desde la visión del marketing político, Pablo Jaramillo, comunicador político y periodista, es puntual: “El candidato debe tener credibilidad”. Pero para creerle hay que conocerlo. “La gente no va a votar por alguien a quien no conoce”.

A diferencia de Acaiturri y Jaramillo, Nicolás Jiménez, presidente de la Federación de Barrios de Guayaquil (que agrupa a más de 2.000), no valora la preparación académica. Para él es más importante tener sentido común y conocer los problemas de la sociedad. “La gente valora el discurso y de dónde viene el candidato... no es preciso tener un título”.

Pero ser candidato a asambleísta no es muy complicado. De acuerdo con el numeral 2 del artículo 95 del Código de la Democracia, solo basta haber cumplido 18 años de edad al momento de la inscripción, estar en goce de los derechos políticos, haber nacido o vivido en la jurisdicción a la que quiere representar por los menos dos años ininterrumpidos.

En resumen: credibilidad, ser técnico y político, sentido común, conocer la realidad nacional y estar preparados. ¿Existen ciudadanos con estas características? Acaiturri y Jiménez creen que sí. El problema, coinciden, está en las organizaciones políticas que no buscan o preparan a futuros líderes para ocupar esos espacios.