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Que hacer con Almagro

Durante los últimos años y sobre todo 2018, ante la crisis sin solución que está destruyendo Venezuela por obra y gracia del gobierno de ese país, la pregunta recurrente ha sido: ¿qué hacer con Maduro?, en busca de una salida política acorde al derecho internacional. Han fracasado todas: desde las llamadas al diálogo por parte de organismos internacionales, pasando por medidas financieras y congelamiento de activos de altos dirigentes del régimen denunciados como pertenecientes al narcotráfico internacional, hasta todas las mediaciones imaginables, algunas de ellas por cierto lamentables, como la del expresidente español Rodríguez Zapatero, que ha perdido, si es que alguna vez la tuvo, un mínimo de solidaridad humana y de respeto por sí mismo.

La semana pasada sin embargo, Luis Almagro, secretario general de la OEA, pasó a convertirse en blanco de las críticas internacionales, que dejaron en una cómoda sombra a Nicolás Maduro al declarar en Cúcuta: “En cuanto a intervención militar para derrocar al régimen de Nicolás Maduro, creo que no debemos descartar ninguna opción”. Ello provocó rechazo de gobiernos y organismos internacionales. Ya no, “¿qué hacer con Maduro?”, sino: “¿qué hacer con Almagro?”.

El principio de no intervención es inviolable. Hay que preguntar entonces: ¿qué soluciones realistas, dentro del derecho internacional existen para terminar con esta pesadilla?

Nicolás Maduro no va a dejar el poder. El primer paso para superar cualquier adicción, y esta es una adicción al poder, es aceptarla. No acepta que haya “crisis humanitaria”. Todo es un montaje de los EE. UU. y de la derecha internacional. Mientras más gente salga del país, menos presiones y necesidades; ya lo vivieron sus asesores en décadas pasadas con los exilios a Miami. Los partidos políticos de oposición no existen, no hay independencia judicial y los periódicos están desapareciendo. Los EE. UU. no van a invadir. ¿Cómo entender sino, después del opíparo banquete en Estambul su autoproclamación: “Me senté en la silla de un sultán. ¡El sultán Maduro me llaman ahora!”.