Ya no mas

Rodeada de policías. ¿De cuántos? No sabemos. Al inicio dijeron que eran quince, luego dieciocho, más tarde veinte. Finalmente, aseguran que más de diez sí habían. Aseguran también que Diana y su asesino habían comido juntos en un local de comidas en Ibarra y es, exactamente después de ello, mientras caminaban por las calles cuando él, fingiendo que la abraza, la agarra del cuello y la amenazaba con un cuchillo.

Se habla de que eran pareja y de que en unas fotos que ruedan en redes Diana lucía enamorada. Se habla de que es policía a quien se escucha en un audio que también rueda en redes y que dice algo así: “...cuando el procedimiento sale espectacular, es decir, hay detenidos, hay evidencias por montones, cuando todo es un éxito, los generales vuelan al lugar de los hechos para salir en la rueda de prensa; todos quieren salir en la televisión, todos quieren firmar el parte policial. Así van quitando el protagonismo al verdadero autor, al policía técnico operativo que logró todo lo positivo. Pero cuando un policía comete un error, ahí sí ya no hay nadie al frente...”.

La ministra Romo ha salido al frente para dar la cara de la Policía por el gran error que pudo evitar el femicidio cometido y que se convierte en una responsabilidad estatal innegable. También ha salido a rendir cuentas por el error político de Moreno de reaccionar pidiendo papeles a los venezolanos en esta coyuntura y a recordarnos nuestra responsabilidad en la violencia social.

Pero Diana está muerta, humillada y asesinada delante de la Policía. Ofendida incluso después de muerta por quienes siguen diciendo que el femicidio no existe y que todos estos crímenes son causados por cualquier cosa que no sea la estructura social que permite a algunos hombres someter a las mujeres en cualquier ámbito de sus vidas.

El día que murió Diana el 911 de Ibarra recibió catorce llamadas por violencia intrafamiliar. Me pregunto qué pasó con esas mujeres. Me pregunto si todo lo ocurrido estos días habrá sido suficiente para reconstruirnos y detener el terror que día a día deja la inmensa y sangrienta dimensión de la violencia.