En el 2057

Apúrate, pensó, mientras esperaba que bajasen los pasajeros del flamante BMW delante de su vehículo. Tenía prisa. Luego de pasar por The Point, viejo edificio de oficinas en uno de los lugares más exclusivos de Guayaquil, tenía que correr para llegar a tiempo a su cita. Iba a pitar para que se movieran, pero no demoraron. Todavía estaba fresca en su memoria la comparecencia del famoso sobrino ante el Congreso. Sentía una mezcla de repugnancia, ira e impotencia ante el descarado espectáculo que había presenciado. ¿Cómo librar al país de esta trilogía de corrupción, impudicia e impunidad? De repente, los pasajeros bajaron del coche. Él, de traje, pero sin corbata y con el clásico maletín en la mano. Ella con un vestido corto, que permitía observar sus delgadas piernas. La reconoció al instante; difícil no hacerlo. ¡No! ¡Es la presidente de la Comisión! Y él, el hermano del honesto cuyo juicio se está impidiendo gracias a la burda maraña legal creada para impedir los juicios políticos. El que nos robó todo menos la esperanza. ¿Qué hace ella? ¿Horas extra o vino a recoger “algo” a su oficina exponiéndose a que la vieran? ¿Uno de los famosos maletines? Pero ¿de manos del hermano? ¡Qué descaro! La cita tiene que ser secreta. ¿Y si se los digo? No, me guardan “forever”. En otro país sería enjuiciada, no yo. Pero estamos aquí. Y recordó las barras. Y los aplausos. Y las vivas a la honestidad del famoso sobrino cuyo hermano subía en esos momentos a su “discreta” oficina en The Point, con la -no tan discreta- presidente de la Comisión. ¿Cómo podría ser imparcial alguien que hace algo así? Y entonces entendió la triste verdad: ya no les importa. Tienen tanto poder que han perdido todo asomo de vergüenza. Y pensó en el otro. En el polít...ico que sí enjuiciaron para distraernos. Ya es historia. Cumplió su misión. Fue sencillo evitar que dijera lo mucho que sabía. Por eso el “show” fue en domingo, para encima, tirar parada de elegantes. Miró el calendario. Era el mes de junio del año 2057. Ese es el mayor legado de la antigua robolución, pensó. La inmoralidad perpetua. Majo...r me callo.