Es silencio o reserva

Si el Concejo Municipal no sabe lo que se decide para Guayaquil, mejor sería que no hubiera concejales. Los guayaquileños pagan sueldos a personas que o están de pantalla o que callan porque saben demasiado

Lo bueno de estar callados es que nadie podrá decir que se equivocaron al hablar. Lo malo es que el silencio en momentos clave tiene algunas lecturas arriesgadas. La complicidad es una. La ignorancia es otra. La falta de preparación es otra. Los concejales municipales no hablan. Al menos no hablan sobre las sesiones del Concejo en las que se toman decisiones sobre Guayaquil. Porque sí hablan alegremente en eventos matrimoniales. Cuando hay que preguntarles por los problemas de vía a la Costa, ninguno de los elegidos por ese sector responde. Cuando se quiere saber cuáles son las obras que, con su voto, se aprobaron en la sesión de Concejo Municipal y que se ejecutarán con el dinero de los guayaquileños nadie las defiende. Tampoco presumen o mencionan cuál es el legado de su propia gestión, como si no tuvieran nada de lo que sentirse orgulloso. Tampoco dan explicaciones sobre por qué se paga lo que se paga de las arcas públicas en sueldos o gastos de personal o si hay familiares en la nómina municipal. De nada se habla. De nada rinden cuentas. Es posible que desconozca esa información que es a todas luces trascendental para ser miembro de una mesa que decide el destino de los ciudadanos. Deberían abstenerse de ejercer si es este caso. La otra opción es que sepan muy bien qué se está haciendo, pero que nada de eso sea confesable.