Incómodos, no antipáticos

"Peligrosa esa semilla sembrada en la década anterior y vigente hoy aún de señalar a los medios cuando revelan casos incómodos. No es manía, odio ni antipatía, es que las autoridades manejan dinero público e influyen en la vida de los ciudadanos"

Es llegar al poder y ver cómo personajes antes accesibles para todos -ciudadanos y periodistas- se vuelven reticentes a dar explicaciones. No responden más. Dejan a los ecuatorianos sin explicaciones por sus errores o por los de sus subalternos. Se ofenden ante la crítica. Se sienten atacados por las preguntas. Y llegado un punto, cierran la puerta. “Me odia”, “me persigue”, “es una campaña en mi contra”, se les escucha excusarse. Pues no.

No es personal. Nadie les persigue. Nadie les tiene manía. Resulta que son cargos de responsabilidad que tienen funciones de responsabilidad, que manejan dinero de los contribuyentes -o sea, el que pagamos todos- y que toman decisiones o dejan sin hacer tareas que afectan al colectivo. Ese egocentrismo que les hace pensar que los cuestionamientos son personales y no por el cargo que ocupan, les lleva a creer que pueden ser selectivos con qué preguntas sí responden -las cómodas, siempre, obviamente- y a qué medios atienden. Vetan a periodistas. Lo hacen en la Seguridad Social, en la Fiscalía, en el Municipio de Guayaquil... La lista es coyuntural. Cambia con los casos desvelados o los cuestionamientos del momento. Cambia cuando la verdad incomoda. Por eso lo que ocurre. La verdad incomoda; no es que los medios o los periodistas sean antipáticos.