Editorial: Vías sin radares, peligro sin freno

El país necesita radares en las carreteras para frenar a los conductores imprudentes

La ausencia de radares en las carreteras del país es una deuda peligrosa con la seguridad vial. Sin controles efectivos, muchos conductores pisan el acelerador más allá de los límites que establece la Ley de Tránsito, transformando las vías en escenarios de riesgo donde la imprudencia reina y la vida humana queda expuesta a la tragedia. Las cifras de siniestros viales reflejan con crudeza el costo de esta omisión: familias destrozadas y un sistema de salud colapsado por emergencias evitables.

Corresponde a la Agencia Nacional de Tránsito y a los municipios actuar con urgencia. La instalación de radares no puede seguir postergándose, porque cada día sin control significa más peligro en las rutas. Pero esa acción debe estar guiada por la transparencia y la responsabilidad: los dispositivos deben ser correctamente calibrados y su gestión orientada a salvar vidas, no a engordar las arcas a costa de sanciones injustas.

La lección del pasado es clara: el abuso en el uso de radares terminó minando la confianza ciudadana en un sistema que debería ser preventivo y educativo, no recaudatorio. Ahora, el desafío es equilibrar firmeza y legitimidad, porque el país necesita controles eficaces que frenen a los conductores temerarios, pero también instituciones que actúen con ética. La seguridad en las carreteras no admite más excusas.