Editorial: Silencios cómplices
El país no puede seguir cediendo su territorio ni su futuro a las mafias mineras
El avance devastador de la minería ilegal en el país se ha convertido en una tragedia ambiental y social que no puede seguir ignorándose. Las grandes extensiones de tierra dominadas por mafias criminales no solo están destruyendo los ecosistemas y agotando los recursos hídricos, sino que también se han convertido en territorios sin ley, donde ni la fuerza pública puede ingresar y las comunidades son sometidas al miedo y al abuso. La inacción frente a esta realidad es tan escandalosa como el crimen mismo. El silencio de las autoridades y la indiferencia de gran parte de la población alimentan una complicidad peligrosa.
Resulta inconcebible que maquinaria pesada de alto costo opere en zonas donde el Estado parece haber renunciado a su soberanía. La falta de controles efectivos demuestra una grave omisión de responsabilidad tanto del Gobierno central como de los gobiernos locales, encargados de proteger los recursos naturales y garantizar la seguridad ciudadana.
No es aceptable que, en pleno siglo XXI, el monitoreo de vastas zonas selváticas se siga realizando con métodos obsoletos, como si la tecnología no ofreciera herramientas modernas para combatir este flagelo. Drones, imágenes satelitales y sistemas de rastreo podrían marcar una diferencia real, si hubiera voluntad política para actuar. ¡Hay que tomar acción ahora!