Editorial: Planes de prevención de riesgos

Municipalidades y prefecturas deben contar con planes de gestión de riesgos

Cada año, una vez que se intensifica el invierno, tanto zonas rurales como urbanas padecen los efectos de las lluvias continuas y potentes. Ríos desbordados; puentes, caminos y carreteras arrasados por la fuerza del agua; poblados incomunicados; deslaves que se llevan a su paso casas, escuelas, cuadras residenciales y comerciales enteras; pérdidas de sembríos y ganado; y vidas humanas segadas. Las tragedias se repiten año tras año sin que por ello las autoridades tomen las medidas preventivas para evitar que los desastres naturales se traduzcan en daños irreparables, como muertos y heridos de gravedad, y daños de enorme magnitud, cuya reparación demanda grandes cantidades de recursos.

Las caídas de personas en zanjas y canales en Guayaquil y los aluviones en Quito pudieron prevenirse. De igual forma, los desbordamientos de ríos y deslizamientos de tierra en la ruralidad.

Las municipalidades y prefecturas deben contar con planes de gestión de riesgos que los lleven a administrar los recursos de manera que les permitan ejecutar oportunamente la obra pública en prevención de desastres naturales, y a la vez gestionar adecuadamente las emergencias. Esto incluye no solamente los efectos del invierno, sino también terremotos, incendios forestales y erupciones volcánicas.