Editorial: No a la toma de Quito

Es una amenaza grave que debe considerarse en su real dimensión: un posible acto de agresión a la capital 

El anuncio de la toma de Quito por parte del presidente de la Conaie es una amenaza grave que debe considerarse en su real dimensión. Se trata de un posible acto de agresión a la capital que, como en 2019 y 2022, implicaría la destrucción de la ciudad y padecimiento para su población. Las autoridades locales y la ciudadanía deben unirse para neutralizar una posible acción de esas características. 

Y pese a que en esta ocasión las circunstancias son distintas a las de los disturbios de hace seis y tres años, ya que hasta ahora el paro no ha contado con una convocatoria tan grande y porque la actitud -también hasta ahora- de la Alcaldía de Quito y la Prefectura de Pichincha no ha sido de complicidad y apoyo a los manifestantes -como en las ocasiones anteriores- la amenaza continúa en pie, por lo que las autoridades deben actuar con firmeza y los ciudadanos exigirles que defiendan con contundencia a la ciudad.

El presidente de la República hizo bien al trasladar la sede de la presidencia a Latacunga porque le arrebató a la dirigencia indígena el simbolismo de las marchas hacia la capital. Pero hoy, ante la amenaza de toma de Quito, las instituciones sociales y universidades que en los paros anteriores dieron apoyo logístico, deberán sopesar con inteligencia y prudencia una posible colaboración, para que ello no contribuya a que se prolongue una situación de caos y violencia.