El Ecuador, digámoslo claro, está ubicado en el grupo de los parias de la libertad económica, hostiles a la libre empresa. Así lo demuestran en forma consistente los ‘rankings’ objetivos en los que se ubica al país en la región (en compañía de Cuba y Venezuela) o en el mundo (entre los países “represivos”) como adalid de los controles burocráticos y regulaciones innecesarias que son el caldo de cultivo de la corrupción y de la inequidad al suprimir la competencia.

Esta situación, propiciada por los gobiernos, choca contra la natural vocación de los ecuatorianos quienes, por su parte, conforman el mayor contingente humano a favor de la libre empresa, como también lo demuestran los ‘rankings’ objetivos. Es el caso del gobierno contra la gente y la tensión creada produce que la calidad del emprendimiento, actividad que debe por las circunstancias desarrollarse dentro del marco de la informalidad, esté muy por debajo de su potencial. Los ofrecimientos de los gobernantes carecen de contenido e intención mientras se mantienen las actitudes hostiles contra la producción y la consecuente creación de empleos.

Para cambiar de rumbo no se necesita más presupuesto. Sí se requiere una manera diferente de pensar.