Editorial: Encierros peligrosos

La desesperación por la inseguridad está convirtiendo a Guayaquil en un laberinto, por el aumento del cierre ilegal de calles vehiculares y peatonales

Los cada vez mayores enfrentamientos entre vecinos en Guayaquil no son más que la consecuencia de una tardía respuesta municipal a las necesidades de los barrios que, con cerramientos, buscan blindarse contra la inseguridad, pero que al hacerlo también impactan negativamente en los negocios y en la congestión vehicular.

Los residentes saben que no es legal colocar rejas y puertas en las peatonales y demás calles de su sector porque obstruyen el libre tránsito de personas y de vehículos, pero han encontrado en ellas una solución parche, que aumenta más el aislamiento, que no soluciona la grave problemática, pero da una sensación ilusoria de algo de seguridad.

El pedido municipal a los ciudadanos de que guarden las rejas hasta la emisión de una ordenanza tampoco satisface a una población descontenta por la desatención de las autoridades y el miedo que impone una ola de violencia criminal y delincuencial que no respeta muros ni estratos sociales.

Cualquier estrategia vecinal que se aplique, si no está enlazada con las acciones de los grupos de seguridad ciudadana, corre el riesgo de avanzar hacia el fracaso y complicar aún más la vida cotidiana.

Cerrar calles que en horas pico son un atajo solo aumentarán los graves problemas de movilidad que tiene Guayaquil, incluyendo un incremente en el costo de los traslados.