Política, historia y culto a héroes

Es difícil encontrar un libro y relato libre del discurso glorificador e “independiente”.
La Historia, como ciencia; la historiografía, como producción-difusión de relatos; los historiadores, como actores políticos, viven bajo el asedio e influencia política porque en su accionar se crea y teje la conciencia y memoria social, cívica y política de la sociedad. Por eso los políticos buscan tomársela, someter a historiadores y construir relatos ideológicos y apologéticos. Siempre es así. Se dio en Oriente, Grecia, Roma, etc. Está en cronistas y crónicas coloniales. Es difícil que su accionar pueda romper con los políticos y su interés. Existen bajo su permanente asedio. Lo constatamos en libros y textos publicados por gobiernos, políticos, partidos y dirigentes que los compran y someten. Así crean una historia a su medida. Es difícil encontrar un libro y relato libre del discurso glorificador e “independiente”.
Historiadores, historiografías y relatos sobre los bicentenarios lo tienen. Ej. las crónicas del proceso social, colectivo, plural y multinacional del Pichincha siguen atrapadas-entrampadas en la idea de héroes y superhombres. Aún no se valoran ni reconocen los actores sociales y colectivos (Guayaquil, Cuenca, Quito, Riobamba, Argentina, Chile, Perú, Colombia, Venezuela, Inglaterra, EE. UU., etc.) que, directa o indirectamente, participaron en ella.
Mientras la visión heroica (cerrada, dogmática y apologética) predomine no puede darse una Historia realmente social. Incluso políticos y periodistas (como Manuel J. Calle, con sus Leyendas del Tiempo Heroico, 1905) son quienes difunden la visión glorificadora y heroica de los complejos procesos económicos, sociopolíticos, ideológicos, étnicos y culturales del país. Por esto aún se lee a la sombra de esos relatos ideológicos-políticos subjetivos, la historia clandestina y oculta del país. Ej. El Ecuador en paños menores (1960). Otro asalto a la historia lo hizo Correa y su robolución con las ideas y proyecto alfarista. Al liberal de Montecristi por poco lo hacen anticapitalista y socialista del siglo XXI. Otros, como los políticos actuales y asambleístas, pretenden construir el futuro destruyendo las instituciones democráticas y la patria. De esto deriva una tarea cívica, política y cultural: proteger y defender la historia y sus relatos.