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Lo guayaco juliano

Avatar del Willington Paredes

Y aunque ya no está el Capitán ni el sitio histórico de los lagarteros, aún quienes frecuentamos esos sitios los evocamos desde la memoria, la pasión y la vida histórica de la ciudad-puerto

Este julio es diferente, porque su rememoración pretendieron dañarla el terror, amenazas y bloqueo de alimentos a esta y otras ciudades. Y debemos escribir con la pluma húmeda de llanto por la partida dos guayacos auténticos: Galo Martínez Merchán y Francisco Huerta Montalvo. Hemos de salir al frente con el lenguaje, la gramática y habla popular de que “Guayaquil no se silencia, carajo”. Debemos seguir repitiendo con JJ y su hermano, en la profundidad, hermosas melodías, de ayer y hoy, con el sonido que sale de las radios, las cantinas y las rocolas ausentes: “Guayaquil pórtico de oro, que a la diestra del Guayas se levanta, con el alma de un cristal sonoro”.

No pudieron empañarlo dogmáticos, sectarios, mafiosos y la izquierda estatista entontecida. Sirve para que quienes piensan la nación, desde la unidad y diversidad socioeconómica, étnica y cultural desempolven las ideas federalistas, autonomistas y otras propuestas geopolíticas. Lo esencial del sonido del mundo de la vida, esencia tropicálida y mercantil de nosotros, sigue presente y vigente aunque quieran quitarnos la libertad. Por eso caminamos por el Guayas, el Salado, la 9 de octubre, la Ayacucho, la Quito, la Machala, del ayer de las boquitas pintadas, que fueron trasladadas y hoy se exhiben coquetamente en la calle Salinas. Y aunque ya no está el Capitán ni el sitio histórico de los lagarteros, aún quienes frecuentamos esos sitios los evocamos desde la memoria, la pasión y la vida histórica de la ciudad-puerto.

Lo guayaco tiene sabor, olor y textura de bolón, empanada de verde, encebollado, arroz con menestra y pescado frito y cangrejos (pata gorda o flaca), en restaurantes populares y aniñados de las clases medias, servido con biela bien helada. Es signo, sonido y lenguaje de panas que caminan la urbe. Es un mes de reposicionamiento del imaginario sociohistórico, étnico y cultural guayaquileño. Momento de desalienación de la cultura ‘light’ que quiere ocultar lo popular que sale de los Guasmos, la Peri, el barrio Garay, los suburbios y otros barrios populares, cantando a las féminas hermosas, tropicálidas y de gestos corporales rumbeantes de las guayacas blancas, mestizas, mulatas, morenas, montuvias, etc., que aquí se gradúan de mujeres guayacas.