Columnas

Bicentenario: riesgos y comprensión

Lo central es repensar políticamente su interpretación, los aspectos fundamentales y sobre todo...

Siempre hay riesgos y peligros ideológicos-políticos en las rememoraciones de los acontecimientos históricos. Esto es inevitable, pues se ha creado un canon de ritualidad y tradición con un formato específico: reproducir el relato habitual sin cuestionarlo. De ese modo se legitima la narrativa apartada de la memoria política de la sociedad.

Esto se da cuando se refrenda el viejo culto a los héroes de la patria. Así el evento no se aparta de la historia heroica que es una percepción, concepción, interpretación y explicación de sus procesos como productos del accionar de los grandes líderes y figuras destacadas en ese evento.

Esto suele suceder ya que el relato que reconoce y refrenda cada año el rol jugado en la historia por las grandes personalidades es difícil no cuestionarlo porque es parte de la cívica escolar y ciudadana dogmática y tradicional. Se opone de esa forma a la revisión de esa narración que es tarea necesaria de análisis, crítica histórica y cívica de la sociedad que recuerda y rememora el proceso. 

Por eso es “sustento”, ritualidad y tradición. Sin embargo, aunque necesaria, no debe ser lo central del acontecimiento del bicentenario. Sucedió en el bicentenario en México (2010), que solo destacó el rol de Miguel Hidalgo y José María Morelos. En Venezuela, a Bolívar, Sucre, Piar, Mariño, etc., y omitió el de Francisco de Miranda, el precursor. En Colombia, a caudillos y militares: Santander, Bolívar, Nariño, Sucre, Caldas, Acevedo, Gómez y Torres. En Argentina a San Martín, Beruti, Belgrano, Rodríguez Peña, Moreno, Vieytes, Saavedra, Paso, Juan José Castelli, Guemes, etc. En Bolivia (2009) a Bolívar, Sucre, Zudañez, Murillo, Túpac Amaru, los Padilla. Mientras el colectivo ciudadano e ideas políticas son omitidas. Esto dice lo complejo y válido de la relación historia-memoria. Por eso lo que hemos de debatir y reflexionar críticamente supone superar la narrativa y la cívica escolar tradicional. También las visiones ingenuas y de “fiesta patriótica”. 

Lo central es repensar políticamente su interpretación, los aspectos fundamentales y sobre todo lo que nos legó esa transformación como herencia y tarea a los guayaquileños. ¿Podremos hacerlo? Al menos intentémoslo, que la Aurora gloriosa así lo exige.