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El becerro en coma

Avatar del Willington Paredes

El becerro de oro en la Biblia (Éxodo 32: 1-4) es un dios inventado, creado por idólatras contra el Dios bíblico. Análogamente proceden quienes hacen del Estado una deidad para pedirle que les dé todo lo que quieren. Por eso desde el 2020 se multiplican los creyentes del becerro estatal. Nadie imaginó el futuro que vendría y experimentaría el mundo por la llegada del COVID-19.

Ningún hechicero ni maestros de Harry Potter o Merlín adivinaron el efecto planetario de la pandemia. Desde marzo 2020-2021 van 20 meses de horror, pánico, muerte y efectos económicos desastrosos para la humanidad. Ni los gurúes de Wall Street, el Pentágono o la KGB previeron esto. Ni que las transnacionales farmacéuticas ganarían miles y miles de millones de dólares por medicinas y vacunas. Pero dejemos a un lado esto. Vamos al grano: el Ecuador de hoy quedó más pobre. Los meses de cuarentena y encierro afectaron a todos. El PIB cayó 6,44 %, perdiendo 16.381,7 millones de dólares. El desempleo, el 6,6 % de la PEA. La pobreza subió de 25 % a 32,4 % (BCE). Cifras altas en un país devastado, con empresaurios, sindicalistas, maestros y estudiantes tirapiedras, burócratas de sueldos dorados que no se han enterado del efecto COVID-19. Siguen creyendo que el becerro de oro-Estado está sano y es capaz de continuar haciéndoles “milagros” y darles su “tajada”. Para ellos la noticia grave y triste es que el becerro-Estado está enfermo y casi moribundo. Pero la torpeza de derechistas e izquierdistas no les deja entender que no pueden ponerlo a caminar con bastón o muletas para que siga otorgándoles beneficios.

Lo cierto es que al becerro-Estado también le cayó COVID, contagiando todo: la salud, la política, la gobernabilidad, los liderazgos y todo lo que sea parte fundamental de la sociedad y la democracia ecuatoriana. Hoy y mañana, el becerro-Estado estará grave, con cáncer y puede derivar en metástasis. Es paradójico e insólito que algunos dirigentes indígenas, sindicalistas, empresarios, burócratas acartonados y todos los que usufructúan, directa o indirectamente del Estado sigan creyendo que el becerro de oro no está enfermo, grave, en bancarrota y sin recursos. Y con torpeza exigen milagros para que ese dios-Estado siga amamantándolos.