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Asamblea: ficción y falsa representación

Avatar del Willington Paredes

"Por su ineptitud, dislates constantes y corrupción de muchos de sus integrantes, no son siquiera mediocres representantes de sus electores"

Al parlamento corrupto del correato lo llamaron asamblea. Creyeron así revivir la popular francesa de 1789. Hoy sabemos que no es así. Sus miembros son una pésima ficción de la realidad y la destrucción de la representación política y la democracia, donde se discuten y resuelven los problemas del país. Tampoco es un escenario de debates ideológicos, jurídicos y políticos. Por su ineptitud, dislates constantes y corrupción de muchos de sus integrantes, no son siquiera mediocres representantes de sus electores. Algunos no son capaces de representarse a ellos mismos. Su calidad moral, descalificación ética-moral y miseria de valores los señalan como farsantes de la representación popular. 

Su acción y obra dicen que la política nacional se hace ficción en la Asamblea. Una cosa espuria y descompuesta de la sociedad y sus partidos. La han convertido en el lugar común de privilegiados de miseria moral y valores descompuestos, de grupos de mafiosos, sinvergüenzas, pícaros contumaces a quienes solo les interesa hacer de la cosa pública una propiedad de la “cosa nostra”.

¿Por qué llegó a esto, convirtiendo un organismo democrático en algo sin valor y con total desprestigio? Es la pregunta que hay que hacer y responder sin eludir responsabilidad social, cívica y política. Los votantes se desentienden de la política, la democracia, sus instituciones y sus decisiones en los comicios. Es claro, no hay autocrítica de los electores. No reconocen sus errores y que se equivocaron eligiendo mal. Si lo hicieran se darían cuenta de su responsabilidad sobre esto que se muestra en política, Asamblea, partidos, líderes, etc.; y que toda la opinión pública bien sabe.

Pero, esencialmente, los asambleístas no son dignos, honestos ni legítimos representantes de la sociedad electora. Además, los votantes no eligen “representantes genuinos” sino a figurines de ocasión, que responden a la propaganda electoral y a los estímulos de empresas electoreras y ‘marketeros’ de la política. ¿Cómo salir de este entrampamiento? Es lo que debemos comenzar a pensar y resolver desde la sociedad en su conjunto. La continuidad de la indiferencia y el quemeimportismo seguirán alimentando esta fuente macabra de estercoleros de la democracia.