Columnas

Hasta luego hermano. Mi deuda vital contigo

"La hermandad consanguínea, igual que la barrial, de gallada y callejera, es vital. Crea haberes, diversas lógicas y lenguajes"

Siempre se escribe y relata la historia social, que atrapa y cobra tributo. Por eso podemos ser subjetivos. Hoy lo seré más, pues la hermandad consanguínea, igual que la barrial, de gallada y callejera, es vital. Crea haberes, diversas lógicas y lenguajes. La del trabajo infantil urbano, como experiencia laboral, es dura pero creativa. 

Es un capitalismo comercial popular urbano, de códigos sociolingüísticos y antropologías comunicacionales que fluyen del trabajo que hacen para comer y sobrevivir. Sin ellos la vida cotidiana sería dura, no había autoayudas. Su accionar los crea, recrea y teje, transmitiéndolo por familias y amigos. Son su ser-hacer y decir; su piel y sentido. Por esto algunos “opinadores” y “seudoconocedores” del trabajo infantil, de ayer y hoy, no penetran; divagan, mienten y falsean esa realidad indescifrable para ellos. 

Ahí circulan hablas, lógicas y productos culturales ignorados. Pocos lo saben. Están fuera de la comprensión prejuiciada hacia lo popular. Ahí se aprenden códigos, abecedarios-diccionarios de la vida laboral urbana. Por ellos se vive una efectiva resiliencia, individual y grupal. Hay múltiples ejemplos. Los niños trabajadores aprenden a conocerlos, aplicarlos y dominarlos bien. Devienen en verdaderos “instrumentos y armas de autodefensa” para enfrentar y vencer la adversidad. 

Se producen junto a las geografías económicas de la pobreza urbana y trabajo infantil. Eso hizo mi hermano mayor, a quien lo mató el COVID. Él y yo aprendimos mucho. Me los hacía repetir. Decía: “No llores, mañana será otro día y Dios no abandona a los pobres”. Me mostró con amor esa dura, cálida y rica geografía humana y laboral diaria en los recorridos, zonas y sectores donde vender. 

Era un experto, un lince en esa sociología y psicología social del trabajo prematuro; fue mi maestro de supervivencia. Me enseñó a J. J., al jefe, don Toribio, Ronda la guardia (radio Drama, de El mundo). A escuchar El sillón del peluquero de los lenguas sueltas, hermanos Vela Rendón, ir al popular café suizo y el almuerzo de los agachaditos. 

Este fue su mejor legado. Por él conocí la cultura, saber y habla popular. Gracias “Carita de niño”. Hasta luego. Espérame para ver jugar al Barcelona de los cincuenta y sesenta.