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Las lluvias interminables de Guayaquil

Avatar del Sophia Forneris

Desde que tengo uso de razón Guayaquil se inundaba. Cuando era pequeña amaba los días lluviosos

En los últimos años ha aumentado la preocupación social por el cuidado del medioambiente.

Las generaciones más jóvenes entienden la amenaza inmanente que significa el no tomar acciones fijas y efectivas en el cuidado de nuestra flora y fauna.

Hablar de esto es extremadamente importante en la ciudad de Guayaquil.

Desde que tengo uso de razón Guayaquil se inundaba. Cuando era pequeña amaba los días lluviosos, pues rutinariamente significaba que me podía bañar en el patio de mi casa.

Ahora, de adulta no me gustan tanto, pues los días de lluvia significan un tráfico infernal, muchos mosquitos y gastos extra para arreglar mi techo.

Entiendo que somos todavía un país en crecimiento y que no nos podemos comparar con potencias mundiales, pero tengo fe que arreglar el alcantarillado de una ciudad es algo que podemos hacer.

La lluvia en Guayaquil es algo rutinario, no es posible que cada vez que llueva esta ciudad se convierta en Venecia.

Yo me pregunto, ¿con toda la lluvia que tuvimos la semana pasada de seguro Guayaquil tiene algún sistema de recolección de aguas lluvias o algún tratamiento de depuración para generar energía, crear productividad a partir de eventos que sabemos que ocurren anualmente en nuestra cuidad.

¿O es que solamente pensamos en los contratos de la ATM?

Los fenómenos naturales y la responsabilidad humana ante ellos son algunas de las principales preocupaciones a nivel socio-político y también eclesial.

Mateo, por ejemplo, utiliza la aparición de fenómenos naturales para describir teofanías, acontecimientos en los que se experimenta la cercanía de Dios y su presencia entre los seres humanos.

Ahora también me pregunto: ¿serán las inundaciones causadas por el mal manejo de la ciudad? ¿O serán una intervención divina para poner orden en medio del caos?