El talón de Aquiles

Todos los que quieran diseñarle estrategias con destino a Carondelet o armarle equipos que no sean de su confianza conspiran contra él...
Se ha consumado el despilfarro más grosero de adherentes que partido político alguno haya tenido en las últimas décadas. Suele pasar con quienes se atornillan al poder, derramando excesos, y quieren vivir para siempre de las rentas. El bastión socialcristiano de Guayas, con su Perla del Pacífico incorporada, ha saltado por los aires, donde volaban ausentes de la realidad las aún prefecta y alcaldesa. Cuando aterricen verán en sus sillones a los pichones victoriosos con los que el correísmo buscará demostrar que hay un “modelo exitoso” que sabe más de rellenos que de adoquines. Veremos.
Aquiles Álvarez, el nuevo Olmedo del puerto de los narcos, tiene ante sí un reto colosal que no admite medias tintas: o entra de lleno en el Olimpo de los Dioses o pasará a engrosar el Cementerio de los Líderes Olvidados, donde acaba de ingresar un par. Con deshonor.
Reconocer su triunfo es un deber de responsabilidad ciudadana, porque es el triunfo de un Guayaquil demasiado grande y olvidado. En esas mesas electorales, regadas por las brechas polvorosas de todas sus trinitarias, allí donde él lograba 180 votos y la alcaldesa en funciones solo 30, vocifera un mensaje que mixtura hartazgo y esperanza. ¿Vamos a seguir ignorándolo?
Desearle al nuevo alcalde éxito es un acto, incluso, de interés: si le va bien, quizás esta ciudad deje de verse solo el ombligo amurallado y entienda que debe abrazarse desde todos sus guasmos y contornos. No hay una que sea perfecta o equitativa, pero es deber de todos lograr una que sea menos caótica e insegura, menos injusta y dispar.
Y por eso, también, no quiero aguarle la fiesta de entrada, pero tal vez valga el aviso: su principal enemigo no está afuera: su talón de Aquiles está en casa. Todos los que quieran diseñarle estrategias con destino a Carondelet, o armarle equipos que no sean de su confianza, o colarle un puñado de hambrientos que van por sánduches millonarios conspiran contra él.
El éxito de un líder descansa por igual en su talento y honradez como en el tino al elegir lugartenientes. Si se equivoca allí, le pasará como a los que tienen granhermanos. O supercuñados.