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No renuncie licenciado

Por eso, ¡no renuncie licenciado! No renuncie a algo que usted nunca llegó a ser: Presidente.

Fue Roberto Russell, politólogo argentino, quien nos enseñó que la calidad de una democracia no solo se mide por la justicia social o el desarrollo económico, sino por el respeto a las normas que controlan su poder político. Quien no las acata no entiende de qué va la democracia.

Lo he recordado ahora, cuando se suman pedidos de renuncia o ataques contra Lenín Moreno; al margen de sus motivaciones, santas o no, están equivocados.

Primero porque la madurez de una sociedad no se sostiene en sus cambios de humor, sino en el respeto a sus decisiones soberanas y a las normas que dictó para su convivencia y gobernanza. Si las que aprobó para fijar la duración de un gobierno dicen 4 años, pues son 4 años. No 3 ni 2 ni nada.

Y si se equivocó al escoger, asume sus consecuencias; salvo que tenga los votos necesarios para hacer valer otra norma: la revocatoria del mandato. A ver si así sus ciudadanos entienden que cuando votan por un jefe de Estado están delegando su poder. A ver si aprenden a escogerlo y examinarlo mejor.

Segundo, porque un sacudón institucional en el país solo logrará un cambio de fichas, no de problemas. Sus debilidades estructurales se deben en parte a su irrespeto por la ley, que la concibe como una carga, un estorbo, o un instrumento desechable y no lo que es: el arma de las sociedades más justas.

Y finalmente, porque el licenciado no merece irse de agache, sin que el juicio implacable de la historia le dé el lugarcito que pudiera merecer, cuando acabe el periodo para el cual lo elegimos, hayamos o no votado por él. Lugar que, posiblemente, quedará muy lejos de ese Premio Nobel al que sus adulones y compinches lo quisieron postular.

No merece irse, para sobrevivir a buen recaudo, quien gobernó escudado en la incapacidad y la corrupción de otros, pero lo hizo con muchos de los que demostraron esa incapacidad o alentaron esa corrupción. No lo merece quien usó como herramienta de comunicación el mal chiste, como táctica discursiva la excusa y como método de trabajo la ausencia.

No lo merece. Por eso, ¡no renuncie licenciado! No renuncie a algo que usted nunca llegó a ser: Presidente.