Los nuevos apátridas

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'Los varados en el extranjero están confinados en países extraños, sin seguros ni asistencia que los respalden, y en medio de una situación que, como aquí, es de guerra’.

En un número incierto, que al igual que otros datos vitales de la catástrofe el Gobierno esconde, hay ecuatorianos que siguen impedidos de regresar a su tierra. La pandemia mundial que sufrimos los ha dejado varados en distintos puntos del planeta. Solo en EE. UU. son casi 5.000.

El régimen, con razón, decidió priorizar el retorno de niños sin sus padres, embarazadas, adultos mayores, discapacitados. Pero sigue sin decir, en concreto, nada respecto de los demás. Y en verdad todos son vulnerables: están confinados en países extraños, sin seguros ni asistencia que los respalden, y en medio de una situación que, como aquí, es de guerra.

Primero se les puso una fecha límite cortísima para que se vuelvan locos consiguiendo imposibles vuelos de retorno; luego se les envió un mensaje subliminal: “no vengan porque pueden estar contagiados”. Y finalmente se los castigó: suspendieron su regreso porque algunos de los retornados violaron la cuarentena. A fin de cuentas, estamos en Semana Santa: colguemos a justos, en lugar de a pecadores…

Pero hay algo más: no es que el Gobierno facilita vuelos y trae a los ecuatorianos. No. Lo que hace es aprovechar que ciudadanos extranjeros fletan un avión comercial para volver a su país. Como esa nave debe volver, en el vuelo de retorno se embarca a ecuatorianos. ¿Y si no hay en Ecuador, supongamos, españoles que puedan irse a su país? Pues no habrá modo de traer a ecuatorianos que estaban de paso por España…

Los varados en el extranjero son compatriotas que, como dice la Ley de Movilidad Humana, “tienen libertad de ingresar al territorio ecuatoriano sin restricción alguna”. Pero el Gobierno los trata como si fueran apátridas. ¡No lo son! Son ecuatorianos y tienen con su patria un vínculo jurídico que les da derecho a volver. Se entiende que no hayan sido los primeros en regresar, pero es inadmisible que se dilate su retorno. Eso es ilegal e injusto. Inhumano.

El régimen debe dictar un protocolo claro, que considere a todos como vulnerables. Y encontrar modos eficaces de hacerlos retornar pronto. Porque no son apátridas, ni extraños: ellos son parte de nosotros.