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Rubén Montoya: El voto será un placebo

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Leo sus planes de gobierno y son un reguero de vaguedades en el que esconden, o tratan de esconder, su dudosa capacidad...

No hemos sido un dechado de virtudes al escoger a nuestros jefes de Estado. En general hemos decidido más con el hígado o la emoción, que con esa mezcla adecuada que armoniza corazón y cerebro. Somos de inclinarnos por ‘slogans’, no por planes; nos molestan quienes dicen la verdad: amamos a los farsantes. Decidimos por la simpatía, el atractivo, la apariencia. No está mal valorar eso -somos animales de sensaciones- pero afincar allí algo vital como el voto es irresponsable.

¿Qué propuesta mínimamente sustentada nos dejan los actuales candidatos? ¿Qué nos hace pensar que lo harán bien? Leo sus planes de gobierno y son un reguero de vaguedades en el que esconden, o tratan de esconder, su dudosa capacidad. En realidad yo no dudo… de lo contrario.

Dice Daniel Noboa que mejorará la educación y la formación profesional. Y ya. Primero: no sabemos qué entiende por “mejorarla” y cómo lo logrará. Y luego: alguien debería avisarle que la mejor capacitación no garantiza un empleo. O si no, que le pregunte a cuatro de cada cinco magísteres ecuatorianos, que están desempleados o se conforman con lo que haya: dependientes de tienda, choferes de Uber, asesores del viento.

Dice Rafael Correa, perdón, Luisa González, en su propuesta de Seguridad, que establecerá “medidas para impedir la utilización de la justicia” y “recuperar su independencia”. Sí, les juro que es él, perdón, ella quien dice eso. Menos mal que no dice que habrá un nuevo Gustavo Jalkh para garantizarla… Habría bastado decir “respetar la independencia de la Función Judicial”. Aunque igual ese tipo de proclamas huecas no es un plan ni alcanza para enfrentar nuestro mayor desafío: el perverso imperio del narco, que tiene entre sus tentáculos, por temor o por precio, el control de jueces y fiscales.

Políticas inexistentes, planes vagos, ciudadanos indiferentes, candidatos que ni con fórceps dan la talla... Tenemos un gran problema y parece evidente, cruelmente evidente, que usaremos mal la herramienta poderosa que es el voto en las sociedades libres. En las democracias raquíticas, el sufragio se desnaturaliza, se vuelve un placebo. O peor aún: un remedo.