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Rubén Montoya Vega | El discurso de la ilusión

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Y aderezó sus diagnósticos con una decena de enunciados que resultaron huecos pues escondían lo que su discurso no tuvo 

General beneplácito ha suscitado en los partidarios de Daniel Noboa su discurso de posesión presidencial del sábado anterior. También en el arsenal de ‘analistas políticos’ que tiene el país, multiplicado por la facilidad con que los medios llaman “experto” a cualquiera.

Los entiendo: un presidente seguro de lo que dice y adueñado emocionalmente de sus ofertas es una buena noticia. Lo es, también, que identifique al principal enemigo del país y de su supervivencia. Hasta allí, aplausos.

Lo demás es preocupante. No es Noboa un presidente en pañales: lleva 18 meses como tal y no puede mostrar, con cifras, un solo indicador social que haya mejorado. El pueblo que lo eligió, y el que no, tiene hoy derecho a reclamarle resultados, no ofertas.

Su discurso emotivo, sólido en diagnósticos, formalmente notable, desperdició la chance de entregar razones para creer. Noboa usó más de treinta adjetivos y otras tantas descripciones para perfilar realidades que ya conocemos o para ofrecer mundos agradables que todos deseamos; mundos que cualquiera podría describir, por cierto. Apenas basta soñar.

Y las aderezó con una decena de enunciados que pudieron ser inspiradores, pero resultaron huecos pues escondían lo que su discurso no tuvo (y esa sí es una mala noticia): datos. El presidente no los dio. En ninguno de sus diagnósticos y grandes ofertas dijo CÓMO lo haría… Por eso, frases como la de que “estamos ante las puertas de cuatro años de progreso”, son hojarasca. Ilusiones.

Hasta de promesas concretas estuvo flojo el primer mandatario: ofreció construir 200 mil viviendas (en un país que tiene diez veces más de déficit habitacional), crear una torre oncológica en el Eugenio Espejo, repotenciar un hospital en La Libertad, hacer el tramo entre Buena Fe y Jujan a cuatro carriles… Poquito más. ¿No le parece paupérrimo?

Eso sí, tiene un buen sentido del humor: prometió que “sólo defraudaremos a las oligarquías de siempre, que se enriquecían a costa del Estado”. Ver para creer. ¿Combatirá el presidente, por ejemplo, a esa oligarquía que se ha enriquecido siempre porque no ha pagado todos sus impuestos? ¿O será otra ilusión?