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Roberto López: Modernas herejías

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Y a los jueces, en el ámbito de acción de los ideólogos. En este caso, de ‘género’

Probablemente, el miedo ancestral del hombre de las cavernas era encontrarse con algún animal como el felino de dientes de sable, que podía devorarlo en un santiamén. El miedo de un niño al salir al patio de recreo en el cual sus compañeros le harán ‘bullying’ es muy difícil de describir. Incluso puede llegar a paralizarlo.

Pero no existe miedo mayor que el de un político a la opinión pública. Por eso solo usan vocablos de moda. Así, pese a ser gramaticalmente inadecuado dirigirse a ‘todos y todas’, eso los hace sentirse inclusivos. Y el uso de la palabra ‘sexo’ es la nueva herejía, al haber sido reemplazada por el vocablo ‘género’.

Al respecto, la biología establece dos sexos, clasificando a los organismos en especies. Si estas se aparean entre sí, dan origen a descendencia fértil. Y pese a que asnos y caballos puedan hacerlo unos con otros, dando origen a las mulas, estas son estériles. Así que asnos y caballos -aunque parecidas- son especies distintas. En cambio, un spaniel y un bulldog pueden aparearse dando origen a descendencia porque son de la misma especie. Pero solo las especies que evolucionan a partir de un ancestro común se agrupan bajo la denominación de ‘género’.

Como ve usted, la expresión ‘ideología de género’ solo es leyenda urbana, al carecer de rigor científico. Los políticos la usan porque no suelen decir la verdad, sino lo políticamente correcto. Precisamente, el uso generalizado del vocablo ‘género’ los caracteriza a casi todos.

¿Se puede convencer a un chimpancé de que entregue su plátano para tener asegurados estos en el cielo de los primates? La sola idea da risa. La ideología de género es lo mismo: igual que el cielo de los chimpancés, existe en un mundo imaginario, mas no como una verdad científica. Pero negarla te ubicaría en otra de las modernas y más temibles herejías: la discriminación por ‘género’.

Que la corte de una sociedad civilizada la use como el sustento de un fallo que demanda rigor científico -no ideológico- ubica el país al nivel de una aldea africana del siglo XIX.

Y a los jueces, en el ámbito de acción de los ideólogos. En este caso, de ‘género’.