Sigan nomás, voten nulo

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Sigan nomás, voten nulo, manténganse puros. Pero no piensen, como dice un tuitero, que el voto nulo tiene nulas consecuencias.

A Salvador Quishpe lo vieron entre los manifestantes. Lo reconocieron, seguramente con la ayuda de una fotografía provista en ese momento por pesquisas de civil que andaban entre los antimotines. Lo agarraron. Le pegaron. Lo sacudieron. Lo arrastraron entre los restos de las fogatas y las llantas calcinadas y lo botaron sobre la vereda, adolorido y sucio. Luego difundieron en las redes sociales la fotografía de su rostro tiznado por el hollín y los golpes y se burlaron de él. Se burlaron durante un año.

Ahora Salvador Quishpe dice que entre los que le hicieron eso cuando eran gobierno y los que en estas elecciones compiten con ellos para ganar la Presidencia (entre el correísmo y la centroderecha, entre Arauz y Lasso) no hay ninguna diferencia. Habrá que suponer que alguna vez las hordas de CREO le dieron una paliza impunemente, porque de lo contrario no se explica.

A Yaku Pérez Guartambel le echaron encima la Policía montada. Ocho gorilas de esos a los que el ministro José Serrano convirtió en una banda de matones para escarmentar rivales políticos lo molieron a golpes en el parque de El Ejido y lo abandonaron con huesos rotos sobre la calzada de la 6 de Diciembre. Antes de eso ya lo habían separado de su novia, a quien también reconocieron en una manifestación gracias a las fotos de los pesquisas. Se la llevaron a rastras, la secuestraron (no cabe la palabra “detuvieron” porque nunca fue acusada de ningún delito) y la deportaron.

Ahora Yaku Pérez dice que entre los que le hicieron eso y los que se les oponen en la segunda vuelta de las Presidenciales no hay ninguna diferencia. Y de cuando dijo “entre un mafioso y un banquero me quedo con el banquero”, ya no se acuerda.

En fin, ya tendrán tiempo de quejarse. Ojalá no, pero se esfuerzan tanto que no sería raro. Y cuando los vuelvan a perseguir; cuando los vuelvan a dividir inventando organizaciones paralelas que hablarán a nombre de ellos; cuando los acusen de terrorismo y sabotaje por cerrar una carretera en una protesta; cuando los soldados disparen bombas lacrimógenas al interior de sus casas como ya hicieron en Saraguro; cuando les quieran quitar la casa; cuando metan a comunidades enteras en pueblos modelo del milenio, pueblos con el césped cortado como campos de golf y donde no habrá espacio ni para criar gallinas; cuando les quiten las escuelas de sus hijos y los obliguen a caminar dos horas para llegar a un complejo enorme, impersonal, donde no conocerán a los profesores; cuando los muelan a golpes; cuando les quiten el agua… Se quejarán.

Entonces, los verdaderos demócratas de este país se solidarizarán con ellos; los acogerán; los arroparán; marcharán a su lado en las protestas; tratarán de reprimir el “te lo dije” porque habrá peleas más importantes que librar y razones de fondo para permanecer unidos. ¿Sabrán entonces, ellos, por lo menos admitir su cuota de responsabilidad? Porque hay una frase que se inventó Milan Kundera para calificar a los intelectuales que en la Europa del Este hacían el juego a los gobiernos que terminaron por aniquilarlos, y esa frase, con la penosa excepción de su primera palabra, se les aplica de pies a cabeza: “ingeniosos aliados de sus sepultureros”. Sigan nomás, voten nulo, manténganse puros. Pero no piensen, como dice un tuitero, que el voto nulo tiene nulas consecuencias.