Roberto Aguilar | Mejor hagan otra marcha

Los abogados del Gobierno fueron a defender lo indefendible y fracasaron, ¿no era predecible?
La frustración y el coraje se apoderan de los partidarios de Daniel Noboa. La actuación de los abogados de Carondelet y la Asamblea en la Corte Constitucional, adonde acudieron este lunes para defender la primera de las cuestionadas leyes económicas urgentes del Gobierno, la de Solidaridad, fue recibida por los ‘cheerleaders’ de esas leyes como un completo desastre. Y tienen razón: lo fue. No pudieron los asesores jurídicos del oficialismo contestar preguntas básicas. Se la pasaron dando vueltas sobre un puñado de argumentos que usaron como comodines y no consiguieron explicar lo elemental: en qué consiste la unidad de materia económica de esta supuesta ley económica. En los últimos dos días les han dicho de todo, de incapaces para arriba (o para abajo, según se vea) y no falta quien pide cambio de equipo para la próxima audiencia.
La verdad es que no debieran ser tan duros con ellos. Al fin y al cabo, los escasos talentos de esos abogados no hacen sino reflejar las ilimitadas deficiencias de esas leyes. No hay que olvidar que los unos parieron a las otras. Ambos, abogados y leyes, son la expresión acabada de los cortos alcances de un gobierno de pocas luces y no precisamente muy intensas. Ha de ser dramática la situación cuando lo mejor que tienen para presidir el Poder Legislativo es un Niels Olsen. Por tanto, no hay cómo pedir milagros a esos abogados. ¿Qué jurista, por brillante que sea, podría explicar en qué consiste la urgencia económica de un indulto anticipado? ¿Dónde está el estudioso del Derecho capaz de encontrar el punto en el que dicho indulto, concedido a policías o militares procesados penalmente por excesos, se vuelve compatible con el derecho internacional humanitario que dizque conforma el corazón de esta propuesta de ley? Los asesores jurídicos de la Presidencia y la Asamblea fueron enviados a defender lo indefendible y fracasaron. ¿No era predecible?
Sin embargo, ¡hay que ver las pretensiones de esta gente! Apenas si son capaces de expresarse en un español inteligible o pasar un control constitucional básico sin arrastrarse, pero ya se han propuesto revolucionar el derecho internacional humanitario para las generaciones futuras del planeta. Así, tal cual, lo declaró con su torpe castellano el abogado de la presidencia Stalin Andino: “Los instrumentos internacionales -dijo-, si bien son una referencia, nadie es dueño del derecho internacional humanitario y más bien está ahí para evolucionar, para avanzar y para dinamizarse. Y eso es lo que en esta parte de la historia le ha correspondido al Ecuador”. En otras palabras: en la historia del Derecho moderno hay un antes y un después de la ley de Solidaridad. ¿Creíamos que este proyecto de ley era una basura? ¡Pues resulta que es genial! ¿En qué consiste su genialidad? En un nuevo concepto según el cual el derecho internacional humanitario deja de ser un régimen de protección de los derechos humanos, que es lo que ha sido hasta el momento, y se convierte en un sistema para liberar el uso de la fuerza de sus engorrosas restricciones judiciales: una autorización para declarar objetivos militares y aniquilarlos sin rendir cuentas a nadie. Vaya aporte del Ecuador al mundo. Ah, y eso (esta parte es la mejor) es una urgencia económica.