Mónica Cassanello: Medellín pudo

Los atentados y la penetración del cartel liderado por Pablo Escobar la hacían ver como una ciudad perdida
Explosiones en Samanes y en La Bahía. El macabro hallazgo en una cisterna de cadáveres de comerciantes que fueron secuestrados. Mutilación de un dedo a una víctima de plagio para exigir un rescate.
Son hechos que han espeluznado a los guayaquileños; sin embargo parece que la sociedad aún no termina de asimilar la gravedad de lo que está ocurriendo pues no se siente una urgencia de actuar en unidad para, si no eliminar -debido a la magnitud del problema- por lo menos detener la escalada de la violencia, que ya entró en la categoría de terrorismo.
Ante esta realidad que vive Guayaquil resulta inevitable compararla con la Medellín de las décadas de los 80 y 90 del siglo pasado, tomada por el narcotráfico y la inseguridad extrema. Las historias de los atentados y de la penetración del cartel liderado por el célebre pero nefasto Pablo Escobar la hacían ver como una ciudad perdida a la que había que evitar. Sin embargo, hoy destaca como destino turístico al que arriban 1’800.000 visitantes extranjeros cada año.
Por pertenecer a la misma región, por ser pueblos con culturas bastante parecidas y porque combatió con éxito a los mismos enemigos que estamos enfrentando, es el referente al que deben mirar nuestras autoridades locales y nacionales, y también la comunidad.
¿Qué hicieron para neutralizar la violencia, rescatar barriadas enteras perdidas, mejorar la calidad de vida de los habitantes de las zonas más afectadas por la criminalidad y disminuir significativamente la inseguridad?
Medellín invirtió en infraestructura y equipamiento urbano, en cultura, en deporte. También promovió la participación ciudadana y fortaleció sus instituciones locales, lo que permitió la recuperación del tejido social y la reapropiación de los espacios públicos. Además fomentó las asociaciones público-privadas para la realización de proyectos que generaran oportunidades para la población.
La otrora peligrosísima ciudad colombiana siguió un proceso de transformación gracias a que confluyeron la decisión política de sus autoridades, la inversión en obra pública y la participación de una sociedad comprometida y determinada a salir del caos.
Medellín pudo. Guayaquil puede.