¿Medio vivos o medio muertos?

“Dicen que saber aplazar el momento de placer es una de las claves del equilibrio emocional y de la capacidad para desarrollar proyectos a largo plazo. Los psicólogos la definen como capacidad para la gratificación retardada”. Así lo plantea Manuel Núñez, subdirector de la revista Cuerpomente, quien en un artículo suyo en la revista expone que, según investigaciones sicológicas, podemos realizar algunos ejercicios emocionales para conquistar el equilibrio.
Por ejemplo, repasar los presupuestos del taoísmo que resaltan la necesidad de vivir una vida sencilla, recibir los acontecimientos sin aprehenderlos, más bien todo lo contrario, dejarlos ir, dejarlos pasar, permitir que fluyan y sigan su paso. Cuidar la mente en los momentos de descanso, no angustiarse porque no se está trabajando, identificar los pensamientos que dejan culpa y envidia y, también, dejarlos ir.
Otra clave para lograr éxito en estos ejercicios es sumergirse en la naturaleza. No necesitaríamos recorrer el planeta para encontrar una de las siete maravillas del mundo; bastaría disfrutar del ramillete que la Madre Tierra nos ha puesto a la mano. O en casa, o en la ciudad.
Finalmente, estos estudios nos invitan a procurar una armonización entre el cerebro y el corazón. Puede ser a través de la escucha de los latidos que, particularmente, se disfrutan mientras se practica la meditación, e incluso mientras se siente la respiración que exige la natación. Poder entrelazar la idea que tenemos del mundo y de las personas con el sentimiento que nos genera, para lograr discernir qué es real y qué es lo quisiéramos que sea, también nos dará paz.
No veo difícil este entrenamiento y creo que ustedes tampoco. Lo que no veo es el ánimo generalizado para competir en estas disciplinas internas. Tal vez no interesa. Tal vez porque las personas equilibradas no se desordenan, y es el desorden lo que genera pasiones arrasadoras. Tal vez porque creen que la inteligencia emocional no es propósito ni fin, no solo por la era mediática sino porque la esencia ha sido destronada por la imagen.
¿Por qué hablar de esto? Porque si no nos esforzamos por vivir mejor, no habrá vacuna que nos salve de una existencia vacía y estéril, en la que la frontera entre estar vivo o muerto será imperceptible.