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Juan Carlos Holguín: ¿Debe existir la figura de la vicepresidencia?

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Como vemos, hemos intentado varios modelos y no funcionan

Desde el retorno a la democracia Ecuador ha tenido más vicepresidentes que presidentes de la República. Solo en los últimos 20 años, hemos tenido nueve vicepresidentes, cuyas funciones han variado por designación de sus respectivos compañeros de fórmula.

Hasta 1968, presidente y vicepresidente se elegían en distintas papeletas, provocando un gran problema de gobernabilidad. En ese año Velasco Ibarra ganó la elección presidencial, pero su compañero de fórmula, Víctor Hugo Sicouret P., no corrió con la misma suerte: Jorge Zavala B., opositor al presidente electo, fue elegido vicepresidente. Es por ello que Velasco Ibarra sentenció en aquel momento una de sus frases más célebres: “el vicepresidente es un conspirador a sueldo”.

Y es que a lo largo de nuestra historia no siempre ha existido la figura de la vicepresidencia y hemos hecho una serie de experimentos con ella. En 1906 la vicepresidencia desapareció del organigrama del Estado pero regresó luego de la aprobación de la Constitución de 1946. En ese entonces había un sistema bicameral, por lo que el vicepresidente era al tiempo presidente del Senado, manteniendo así una función adicional a la de solo reemplazar al presidente en caso de ausencia.

Luego de otra breve desaparición de la figura de la vicepresidencia en 1963, se la restituyó en 1968 y fue eliminada en ese mismo año. En 1979, con el retorno a la democracia, la vicepresidencia apareció nuevamente y desde entonces, con pequeños cambios en sus funciones, la figura se ha mantenido.

Los casos de corrupción en la época del gobierno de Correa, vinculados especialmente al vicepresidente Jorge Glas, quien utilizando la estructura de la Vicepresidencia y los encargos realizados por el presidente Correa, dio paso según la justicia, a la presencia de una estructura criminal para recibir sobornos y privilegiar a contratistas del Estado en obras estratégicas, generó una discusión pública sobre la necesidad de tener la figura de la vicepresidencia.

Otto Sonnenholzner contó públicamente que cuando asumió la vicepresidencia se encontró con una estructura de más de 230 personas. Logró en su mandato reducirla en más del 50 %, proceso que lo continuó la vicepresidenta María Alejandra Muñoz, hasta llegar a algo más de 90 personas en la estructura. No era de sorprenderse lo que encontraron: durante el correísmo, la Vicepresidencia se había convertido en un ministerio más, con una estructura ligada al proyecto político clientelar y a ejecutar las acciones ilegales de la autodenominada “revolución ciudadana”.

El Ecuador debate ahora sobre si la designación a la actual vicepresidenta de una misión en el extranjero es correcta o no. Lo cierto es que el cargo de vicepresidente es muy difícil de procesar. Como vemos, hemos intentado varios modelos y no funcionan. Que el presidente sea el que asigne una función sonaba lógico, pero somos capaces de hacer fracasar todo. Si eres trabajador y eficaz estarás conspirando, pero si mantienes perfil bajo, eres vago. Quizás estamos en el momento adecuado para discutir públicamente si debe o no existir una vicepresidencia (o dos, o tres), y de qué forma. Podríamos hacerlo junto con la discusión sobre el futuro de las prefecturas.