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Juan Carlos Díaz Granados: Tragedia amazónica: espejo de nuestra crisis

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Hoy pagamos el costo de haber cedido espacios. La justicia debe imponerse sobre la impunidad

El asesinato de once militares ecuatorianos durante un operativo contra la minería ilegal en la Amazonía no solo enluta a la nación, sino que expone, con dolorosa claridad, la magnitud de la crisis de seguridad que enfrentamos. Lo ocurrido revela la convergencia de delitos complejos impulsados por actores de la izquierda: narcotráfico, lavado de dinero, corrupción, contaminación ambiental, evasión tributaria y violencia armada.

Esa zona, como otras del país, ha sido tomada por organizaciones irregulares con nexos internacionales. Sin embargo, es improbable que veamos pronunciamientos de organismos de derechos humanos en defensa de los militares caídos. 

La razón, quizás, está en una parcialidad ideológica que hace ruido. Si se vulneran los derechos de un criminal contumaz la reacción es inmediata. Si un soldado muere cumpliendo su deber, el silencio es ensordecedor.

Los derechos humanos son esenciales como contrapeso del poder. Pero sin equidad en su aplicación, pierden legitimidad. No pedimos sesgo, sino coherencia. ¿Veremos alguna vez a una organización nacional o internacional alzar la voz por nuestras Fuerzas Armadas? Ojalá. Los reto, con respeto, a que demuestren lo contrario.

Esta situación no es nueva. Se remonta al año 2007, cuando se adoptaron decisiones políticas que debilitaron gravemente la estructura de seguridad nacional: el cierre de la Base de Manta, la concesión de ciudadanía universal sin los debidos filtros, la eliminación de requisitos migratorios como el pasado judicial, el desarme progresivo de la población civil limitando su derecho a la legítima defensa, y el desmantelamiento de los sistemas de inteligencia y control institucional. Estas decisiones, sumadas a la promulgación de legislación permisiva, facilitaron la penetración del crimen organizado transnacional.

Hoy pagamos el costo de haber cedido espacios. La justicia debe imponerse sobre la impunidad. Y la verdad sobre la manipulación. El Ecuador merece recuperar su soberanía y proteger a quienes arriesgan su vida por todos nosotros.