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José Molina Gallegos | Pensar antes de votar

Votar no es solo marcar una papeleta. Es elegir un destino para el país 

En cada proceso electoral, el país parece dividirse entre la euforia y la apatía, y así, lo que debería ser un ejercicio de conciencia colectiva se convierte en una rutina sin reflexión.

 Las redes y las reuniones sociales se llenan de ‘sabelotodos’, las conversaciones se vuelven trincheras y, al final, el voto -ese acto soberano que debería ser profundamente razonado- termina guiado por la costumbre, por mera simpatía o, simplemente, porque ‘así toca’. Y así, sin darnos cuenta, dejamos que el ruido sustituya a la razón.

El voto en Ecuador, aunque obligatorio, no debería ser un trámite ni una descarga emocional; plasma el ejercicio de un derecho que solo cobra sentido cuando se lo ejerce con conciencia. Sin embargo, la costumbre de votar ‘por lo que diga la familia’, ‘porque siempre fue así’, ‘para que no gane el otro’ o ‘porque’ se ha convertido en una peligrosa normalidad, pues claro, es mucho más cómodo encerrarse en ese conformismo devastador. Y es allí donde comienza el problema. Elegir sin informarse es renunciar a decidir. Dejar que otros -medios, redes, rumores o pasiones- definan nuestra postura es ceder el derecho de pensar por cuenta propia.

La participación no puede reducirse a repetir consignas ni a confiar en la simpatía de campañas. Implica, sobre todo, asumir responsabilidad por lo que depositamos en la urna, pues para informarse no se requiere ni un título ni una biblioteca.

No existe ciudadanía madura sin pensamiento crítico. La transformación que Ecuador necesita no empieza en Carondelet ni en el Consejo Nacional Electoral: empieza en cada persona que decide informarse antes de opinar, y reflexionar antes de votar. Votar no es solo marcar una papeleta. Es elegir un destino para el país y, en buena medida, decisiones que repercuten en todos. La conciencia cívica no se hereda: se construye cada vez que decidimos votar con argumentos y no con emociones prestadas.

El país no cambiará solo con nuevas propuestas, sino con nuevos ciudadanos. Y ese cambio empieza en el momento en que entendemos que el voto no se improvisa.