Yaku Pérez, solo lirismo

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Y ahora habla de volver a subsidiar los combustibles para tener gasolina barata que, como se sabe, incrementa la contaminación. Absurdo.

El drama del Ecuador es doble: no tiene élites con un proyecto de país, con sentido de su misión y de sus deberes. Y tiene una oposición al sistema que se ha limitado, durante décadas, a hacer el inventario de las deficiencias del sistema, producir quejas, organizar protestas y buscar chivos expiatorios. Todavía no ha entendido que parte de su labor es presentar alternativas reales, medibles y susceptibles de producir resultados diferentes a aquellos que con tanto ahínco y vehemencia cuestiona.

Yaku Pérez se presenta, en esta campaña electoral, como el candidato de la ecología. Además de ser el candidato del sector indígena. Ese doble sombrero lo hace, en teoría, un candidato alternativo. Portador, si se entiende bien, de un proyecto político que él basa en la defensa de la naturaleza y, particularmente, del agua. Él es, como se sabe, un feroz opositor a la minería. Sobe todo a la minería a cielo abierto.

Nada hay de controvertible en todo esto. Así es la democracia y así funciona el sistema: con propuestas creativas que ponen en jaque el ‘statu quo’, dinamizan la economía, mueven los espíritus, buscan empatar -en este caso- los intereses del progreso con la protección del medio ambiente y cambian la realidad. Así es como se ha llegado a hablar en el mundo de desarrollo sostenible, desarrollo sustentable y desarrollo perdurable.

El problema empieza cuando después de oponerse a lo que existe, se proponen alternativas que, si se araña un poco, están paradas en el vacío. Eso está ocurriendo con Yaku Pérez. Y esto desde antes de entrar en campaña. Conceptualmente luce sensato oponerse a la explotación minera, como indicó la Corte Constitucional, en “fuentes de agua, zonas de recarga de agua, ecosistemas frágiles y amenazados”. Ahí. Y también en otras zonas incluidas en el Sistema Nacional de Áreas Protegidas. ¿Pero ese sistema abarca la totalidad de fuentes de agua?

El debate es esencial y trae consigo una pregunta de fondo: ¿cómo reemplaza el país los recursos millonarios que prometen los defensores incondicionales de la minería a gran escala? Aquí es donde se supone que un activista de la causa ecológica, como Yaku Pérez, ahora metido en el traje de candidato a la Presidencia, tiene respuestas claras y contundentes. Pues no. El candidato de Pachakutik tiene argumentos y ejemplos para triturar el discurso de todos aquellos que juran que hoy la tecnología permite rebanar una montaña sin que se note. O explotar minas y aplicar un plan de remediación que hace prácticamente imperceptible el daño. Pérez hace cuentas y muestra que la remediación ambiental, en ciertos proyectos de minería a cielo abierto, ha resultado más costosa que las utilidades producidas. Y puede recitar una lista de perjuicios. Sus razones y pruebas son tan categóricas que incita a pasar la página. A hurgar en sus alternativas. Y es ahí donde Yaku Pérez se queda de año. Habla de turismo, de agroecología, pero no tiene una propuesta armada y a una escala que permita competir, en el plano de los recursos, con los proyectos que cuestiona.

Eso no otorga, ‘ipso facto’, la razón a los defensores de la minería a cielo abierto: solo habla mal de un ecologista que no se ha tomado a pecho el trabajo que le impone ser opositor y candidato alternativo. Esa labor no luce tan complicada: le bastaría examinar lo que han hecho Los Verdes en Alemania y otros ecologistas en otras partes. No lo ha hecho. Pérez se contenta con fórmulas líricas y ritos para las fotos. Y ahora habla de volver a subsidiar los combustibles para tener gasolina barata que, como se sabe, incrementa la contaminación. Absurdo.