Ahora el país celebra la desgracia

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En ese ambiente no se habla de lo que hay que hacer para evitar prestar plata… hasta para pagar salarios.

El presidente dio la información con un aire de satisfacción inocultable: el FMI aprobó un crédito de $6.500 millones por los próximos 27 meses. El Gobierno sumó una lista de virtudes y las anunció como si se tratara de registrar un récord: que ese monto de financiamiento equivale al 660 % de la cuota a la que tiene derecho el país. Que $ 4.000 millones llegarán este año. Que 48 horas después iban a recibir $ 2.000 millones. En definitiva, ese nuevo empréstito con el FMI -que lo convierte casi en el primer acreedor del Ecuador- fue promocionado como una gran noticia. Y claro que lo es: se trata de un préstamo excepcional con un plazo de 10 años para el pago del capital, con cuatro años de gracia y un interés del 2,9 %.

Sin embargo, si se mira el otro lado de la moneda hay que admitir que esa gran noticia camufla una gran desgracia. Ese gran monto es directamente proporcional al tamaño del desastre económico que vive el país. Una cifra lo refleja: el Producto Interno Bruto caerá este año en unos $ 14 mil millones. Esa cifra es el resultado del mal manejo que hizo Rafael Correa de la economía, de la conducción timorata de Lenín Moreno en su gobierno y del costo de la pandemia.

Eso no se dijo. Y debió decirse con el mismo énfasis con el que se celebró ese nuevo acuerdo de crédito. Por una razón, entre otras: apenas anunciada la buena noticia, se informó en qué serán empleados esos fondos: en bonos destinados a los más pobres y a las familias más vulnerables afectadas por el coronavirus, en sueldos y atrasos hasta con los gobiernos seccionales, en el pago al IESS… Decir en sueldos y atrasos retrata el estado calamitoso y la quiebra en la cual se encuentran las finanzas del país. El presidente Moreno señaló su tamaño al advertir, ante los medios de comunicación, que se iba a reunir con sus ministros para priorizar los pagos.

Hay plata, entonces. Empleados públicos, alcaldes y prefectos, afiliados al Seguro Social, beneficiarios del bono de desarrollo y miembros de las familias más vulnerables ante la pandemia, celebran la buena noticia. Ellos y el país en general no saben, o bien poco, a qué se comprometió el Gobierno con el FMI. No saben que hubo acuerdos de transparencia y lucha contra la corrupción, protección a la dolarización y sostenibilidad de las cuentas fiscales. Así la ciudadanía no relacionará las causas que llevaron al país a pedir este enorme empréstito, con las tareas que tiene por delante para evitar que el círculo vicioso se repita. Esa falta de pedagogía volverá a producir un resultado conocido: para cuando haya que cumplir esos compromisos, Lenín Moreno será ya casi un recuerdo y ya no habrá dinero para repartir. Entonces se dirá que el FMI maltrata al país y volverán los populistas a insinuar, en nombre de la soberanía, que no hay que honrar esas deudas. Como si ese organismo fuera la causa de las desgracias que llevaron al país a pedir su ayuda.

Ecuador no hace conciencia de lo que significa pedir plata prestada hasta para pagar salarios. El monto del FMI sí es un récord, pero no en el sentido de proeza: fotografía la hondura excepcional de la crisis fiscal. En vez de una noticia para celebrar debería ser un campanazo de alerta sobre el nivel de peligro al que ha llegado el país. No lo dijo el presidente; no lo dice ningún candidato a la Presidencia. Nadie quiere ser pájaro de mal agüero. Y lo que es señal inequívoca de una desgracia se volvió una noticia que muchos celebran como un triunfo: hay plata para repartir. En ese ambiente no se habla de lo que hay que hacer para evitar prestar plata… hasta para pagar salarios.