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La confusión permanente

Avatar del Joaquín Hernández

"Nada de esa receta otra vez para nosotros.... Es mortífera"

Hace una semana, un joven periodista de radio, después de analizar la campaña presidencial de los EE. UU., me preguntó al cerrar la entrevista: si fuera estadounidense, ¿por quién votaría: Trump o Biden? Fui franco y le respondí que por ninguno de los dos. Quizá hasta el tres de noviembre podría tener alguna claridad pero lo dudaba.

El presidente Trump es un bocado difícil de tragar. Defiende algunos valores fundamentales de la sociedad con los que coincidimos. Pero todo ello desde un discurso altanero, provocador, que exacerba los conflictos sociales. El problema es que ya hemos tomado esta receta aquí diez años, igual que otros países latinoamericanos. Atacar a la prensa crítica es otra que nos ha intoxicado diez años y no podemos olvidar. La misma del presidente de México, defensor del nacionalismo estatal de los 60 del siglo pasado, ajeno a Trump, que ha golpeado por este mismo motivo a las revistas Nexos y Letras Libres, y en general a la prensa crítica mexicana desde las Mañaneras, conferencias “para combatir la desinformación”, que recuerdan nuestras famosas sabatinas, donde se lapidaba honra y nombre de la denominada “prensa corrupta”.

Otro bocado es la mezcla de verdades con mentiras. El último libro de Bob Woodward, “Rage”, recientemente publicado, señala que el presidente sabía, desde enero, de la amenaza que significaba la COVID-19 y que lo ocultó, le restó importancia e incluso denigró a quienes tomaron en serio la pandemia. No se puede establecer una línea causal entre esta actitud del mandatario y los 210.000 muertos que van hasta ahora en EE. UU., pero ciertamente muchos de los infectados y de los muertos asumieron, con el ejemplo del presidente, que no había que tomar precauciones básicas como el uso de mascarillas.

De Biden hay poco que decir. “Es un político mediocre” como dijo Jaime Bayly, “que se pone a temblar cuando maneja cifras”. Para los latinoamericanos, preocupante. Como Obama, puede apoyar la supervivencia de las dictaduras oprobiosas de Cuba y de Venezuela. Nada de esa receta otra vez para nosotros.... Es mortífera.