Economía en tiempos de la cólera

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Hay problemas de oferta (porque los productores están limitados en su capacidad de ofrecer sus bienes y servicios) y de demanda (porque los ingresos de los hogares están desfalleciendo).

Más allá de la pandemia, el problema de fondo es el de la economía. La cadena de pagos, esto es, la gestión diaria de intercambio intermediada por el dinero; está seriamente afectada y las autoridades dan muestras de no entender la gravedad de la situación. Hay problemas de oferta (porque los productores están limitados en su capacidad de ofrecer sus bienes y servicios) y de demanda (porque los ingresos de los hogares están desfalleciendo). La economía, colapsada antes de la presencia de la pandemia, está hoy en caída libre y empezando a revelar serios problemas de descomposición social.

El ministro de Finanzas, quien hace los mejores esfuerzos para presentarse como representante de los “bonistas”, carece de la autoridad técnica para dirigir la política fiscal. El mercado de capitales está cerrado y posiblemente lo estará por la mayor parte de la década; a los fondos buitre no hay que temerles cuando a un país le acompaña la razón: no de no querer pagar, sino de poder hacerlo en las circunstancias actuales y previstas. Hay canales multilaterales y bilaterales que pueden ser aprovechados; además, hoy las relaciones multilaterales pueden canalizarse más provechosamente hacia el sector privado sin comprometer el crédito público.

Las líneas rojas están trazadas: no, a cualquier propuesta de infligir más castigos a los ecuatorianos, específicamente a los guayaquileños, con prédicas de solidaridad para justificar más impuestos, y no más pagos de deuda que pudieran ser motivados por intereses privados; no, a las propuestas de crear tipos de cambio múltiples en régimen de dolarización; no, a las restricciones a las importaciones; no, a ninguna forma de bimonetarismo; no, al alza de tarifas por servicios que, de mala manera, prestan.

Sí, en cambio, a la decisión de terminar con el subsidio a los combustibles, y a la focalización que fuese requerida en la transportación pública. Sí, a la creación de fondos crediticios para restaurar la cadena de pagos, canalizando tales fondos a través de la banca para obtener la mayor resonancia posible. Sí, a la sectorización de los recursos que provengan de la reprogramación de los créditos de multilaterales para financiar los programas de salud pública y apoyo a las familias desamparadas y que perdieron sustento. Sí, a la preservación de un sistema bancario sano, requiriendo que la Superintendencia de Bancos mantenga un cordón sanitario de protección para los depositantes de las instituciones financieras.

Del hueco no saldremos si no paramos la caída libre y procedemos a crecer. La creación de empleo requiere del concurso previo del ahorro público y privado, de la inversión privada local y externa, y del enfoque puntual de la inversión pública en los sectores vinculados a los bienes públicos o cuasipúblicos como la salud, la educación y la infraestructura de comunicaciones y telecomunicaciones que requiere un país moderno.

En conclusión, para calmar la furia que incita a la cólera, superemos las taras sugeridas como soluciones. Ese el futuro: el que nos queda a quienes sentimos haber cumplido nuestro deber cuando fuimos requeridos y el de las futuras generaciones de ecuatorianos que no merecen vivir en calidad de zombis.