Columnas

Nueva arquitectura ecuatoriana para el mundo

...se supera la ruptura de la continuidad histórica del Movimiento Moderno, con una arquitectura capaz de expresarse en un lenguaje contemporáneo, que concilia la tradición histórica con el aporte de lo local...’.

Desde el año 2014 se empezó a reconocer un conjunto de proyectos que recogían la tradición de la arquitectura vernacular ecuatoriana, que la posicionaban en el contexto de la arquitectura latinoamericana y mundial. El primero, la Casa Convento, que obtuvo ese año el Primer Premio Nacional e Internacional en Diseño Arquitectónico de la XIX Bienal Panamericana de Arquitectura de Quito. Esta es una casa de caña guadúa diseñada por el arquitecto guayaquileño Enrique Mora, en medio de un bosque de bambú de un área rural del recinto Convento de la provincia de Manabí.

Para esta casa, Mora planteó establecer un diálogo entre la tradición de la construcción en caña guadúa, propia de la costa ecuatoriana, dentro de un lenguaje arquitectónico contemporáneo, configurando, según el propio arquitecto, “un lenguaje nuevo, una nueva configuración espacial, a partir de la comprensión y respeto por el lugar y los conocimientos tradicionales de construcción”.

Dos años más tarde, en 2016, en la categoría de Diseño Arquitectónico, los premios nacional e internacional de la Bienal de Arquitectura de Quito fueron para el Cabañón DLPM, en Las Tunas, provincia de Manabí, de los arquitectos Alejandro González, Juan Carlos Bamba e Ignacio de Teresa. Este proyecto se planteó como una cabaña económica que permitiera pasar la noche y hacer un seguimiento del terreno cultivable en pendiente que tenía alrededor, frente al océano Pacífico. El sector es conocido por su mano de obra experta en construcción de caña guadúa, por lo que se recuperan las tipologías de las viviendas de la zona, conformadas por una sola habitación donde la familia está unida en un solo espacio común, separada solo por el mobiliario.

Con esta arquitectura, a la que se suman trabajos de colectivos como Natura Futura y Al Borde, se supera la ruptura de la continuidad histórica del Movimiento Moderno, con una arquitectura capaz de expresarse en un lenguaje contemporáneo, que concilia la tradición histórica con el aporte de lo local y que se muestra al mundo como ejemplo de lo que es posible hacer con medios limitados.