Las ciudades del futuro

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'Algunas consideraciones que deben ser tomadas en cuenta, implican perderle el miedo a la urbanización y tener como eje a la planificación’.

Bajo este nombre la revista National Geographic destacaba a las ciudades de Singapur, Kuala Lumpur, Seúl, Londres y Nueva York, aunque no a todas ellas en sentido positivo.

A finales del siglo XIX, Londres era una de las ciudades más grandes de la época y también una de las más contaminadas y tugurizadas, descrita por el presidente del condado de Londres como “un tumor”. 

A inicios del siglo XX, Ebenizer Howard planteaba la necesidad de alejar a la gente de las metrópolis y trasladarlas hacia “ciudades jardín” autosuficientes. Esta visión de Howard ha orientado al urbanismo contemporáneo y ha determinado que algunas ciudades, como Londres, estén en proceso de disminuir su población y de convertirse en lugares más adecuados para vivir.

Por otro lado están aquellas ciudades en que la falta de planificación y el crecimiento sin control determinarán que sean menos vivibles de lo que son en la actualidad, como en muchas ciudades africanas o en el propio Nueva York, considerada una de las más desiguales del mundo. 

¿Cómo conseguir lo primero? Si bien no hay una receta que funcione para todas las ciudades, hay algunas consideraciones que deben ser tomadas en cuenta, que implican, sobre todo, perderle el miedo a la urbanización y tener como eje a la planificación.

Primero, es fundamental llegar a ciudades más compactas, incrementando su densidad, como en Seúl, donde más de la mitad de su población vive en edificios de departamentos, lo que permite reducir la inversión municipal en vías, por ejemplo, y recuperar el carácter barrial de muchos sectores; segundo, privilegiar al peatón sobre el automóvil y al transporte público de calidad, no contaminante, barato y seguro, sobre el transporte privado; tercero, la rehabilitación urbana, recuperando zonas degradadas y potenciando los espacios públicos verdes; recuperar los centros históricos como lugares para vivir.

La disyuntiva es clara: o tomamos el ejemplo de ciudades exitosas, como Seúl o Copenhague, o nos vamos al extremo de las ciudades menos vivibles del mundo, como Lagos, Dacca o Caracas.