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Más allá de pensar en lo evidente

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¿Qué es lo mínimo que pudiéramos esperar de un modelo urbano realmente nuevo para Guayaquil?

Es posible que alguien piense que una ciudad como Guayaquil, donde aún persisten necesidades básicas insatisfechas pudiera tomar como referencia una ciudad como París, por ejemplo. El problema radica en que el pensar la ciudad debe ir más allá de las propuestas de dotación de agua, alcantarillado, aceras y bordillos, pavimentación de calles, etc., etc., ya que, a estas alturas, debería ser vergonzoso que aún sigan siendo incluidas dentro de un programa de campaña de cualquier aspirante a presidir la ciudad. En otras palabras: es obligación de la Municipalidad el haber resuelto hace mucho tiempo estas necesidades básicas junto a otras, como dotación adecuada de vivienda, áreas verdes, espacios públicos o transporte eficiente. Mientras nuestras reivindicaciones urbanas queden limitadas a lo evidente y no seamos capaces de ir más allá, nuestra ciudad seguirá siendo un proyecto fracasado.

¿Qué es lo mínimo que pudiéramos esperar de un modelo urbano realmente nuevo para Guayaquil? Primero, el tener como eje de la planificación a las personas y no a los vehículos; obviamente que eso significa el tener un plan sólido, viable y consensuado que visualice la ciudad del futuro y que indique qué hacer hoy para conseguirla. Esto implica, por ejemplo, ampliar las aceras, respetar los espacios peatonales y desarrollar espacios públicos atractivos, seguros y confortables. Hacer una ciudad para caminar y para trasladarse en transporte público.

Segundo, ir hacia sistemas multimodales y sostenibles de transporte, incentivando el uso de la bicicleta e incorporando transportes masivos no contaminantes, seguros, baratos y cercanos a los lugares de residencia.

Tercero, hacer intervenciones urbanas puntuales con diseños inteligentes que favorezcan el estar en la calle y el usar los espacios públicos. Los lugares con afluencia de gente siempre favorecen el comercio y desalientan la delincuencia.

Todo esto suena a utopía, pero es factible lograrlo en la medida que haya la planificación adecuada, una visión de futuro clara y, sobre todo, la voluntad política para alcanzarla.