Fernando Insua: Cuando la ley es una fiesta

Con la sentencia de la Corte estas preguntas quedan en el aire
Uno no gobierna los países que desearía tener sino los que le toca gobernar, con sus circunstancias. Allí se definen los liderazgos. Esperar a que todo marche bien para hacer política en tiempos difíciles es una actitud que no necesitamos en el gobierno. Si hay algo que reconocerle al presidente es que se embarcó en un tiempo extremadamente difícil y, lejos de abandonar el barco, como hemos visto en los últimos años, se mantiene al frente, entre batallas constantes y declaraciones que se mimetizan con la campaña electoral.
Nos toca hablar de la prisión preventiva y de cómo la Corte Constitucional bloqueó la propuesta del Gobierno. Sin caer en el error de tratar a la Corte como ‘alcahuete del terrorismo’, la iniciativa de Noboa tenía un enfoque adecuado si se hubiera dirigido exclusivamente a mantener fuera de las calles a los reincidentes en delitos de terrorismo. Y recalco: reincidentes, pues estos individuos se apalancan en un sistema judicial corrupto para seguir libres como si nada, gracias a leguleyadas. Sin embargo, la Constitución ecuatoriana, de naturaleza garantista, es clara: la prisión preventiva se aplica cuando hay riesgo de fuga demostrable. Tal vez, y dejo esta pregunta abierta a los juristas, ¿la idea era buena pero mal planteada? ¿No habría sido mejor delimitarla a los casos de reincidencia, en lugar de aplicarla indiscriminadamente a cualquier detenido por dos delitos, incluso en situaciones donde no hay pruebas suficientes? Con la sentencia de la Corte estas preguntas quedan en el aire. No obstante, el Gobierno sí está logrando posicionar la idea de que la Constitución es una traba en la lucha contra el terrorismo y que debe impulsarse la constituyente propuesta por el mandatario. Y es que como ciudadano siento que se nos va la vida y el tiempo en debates dentro de un sistema vetusto y carcomido. La Corte debió escuchar, ante la gravísima situación del país, que si un terrorista ha sido detenido en múltiples ocasiones y se ha burlado de la ley, debería permanecer tras las rejas. Porque mientras discutimos los derechos de algunos, la sociedad y el trabajador ecuatoriano han perdido el derecho a la seguridad y la libre circulación. Salir a la calle es, hoy por hoy, una apuesta de vida o muerte.