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Voto nulo, una opción

Avatar del Diana Acosta

Tenemos derecho a vivir en un país libre de violencia política y a no ser discriminados por no comulgar con determinada tendencia.

La conocida frase de “no estoy de acuerdo con lo que dice, pero defenderé con mi vida su derecho a decirlo”, se encuentra lejana en nuestro ambiente electoral. Las ofensas e intimidación son su común denominador. Si dices que vas a votar por alguien contrario al que tu interlocutor prefiere, te descalifican endilgándote adjetivos absurdos. Este tipo de actitudes nutren el voto vergonzoso, que al final no cambiará su posición por más que pretendan convencerlo de hacer lo contrario. Nadie puede obligarnos a escoger entre las dos facciones que se disputan el balotaje, existen más alternativas que lo binario, la posmodernidad nos ofrece una gama amplia de opciones en las que podemos ubicarnos como expresión democrática de nuestra voluntad, sin que nos sometan a votar por quien no queremos.

El voto nulo es una opción legítima y democrática, contemplada en nuestro ordenamiento jurídico y no significa “ser irresponsable”; significa que considero que ninguno de los candidatos merece mi voto, por lo tanto, debe ser respetado y no satanizado a través de la violencia verbal contra quienes libre y democráticamente opten por esta legítima alternativa. Es un insulto a la inteligencia de los ecuatorianos conminarlos a elegir entre “el mal menor”; me parece ignorante y absurdo escoger al que menos daño nos podría ocasionar.

Rechazo la violencia política y las mezquinas amenazas tratando de sorprender a los votantes con frases como “si no voto por tal candidato me van a quitar el dólar y la casa”. Ese “miedo” lo deben tener únicamente aquellos delincuentes que ocultan sus propiedades con testaferros.

Tenemos derecho a vivir en un país libre de violencia política y a no ser discriminados por no comulgar con determinada tendencia.

Con esta campaña llena de amenazas y odio provocan que el electorado oculte sus verdaderas intenciones, que luego redundan en tener encuestas equivocadas, con escenarios artificiales que solo existen en el escritorio de ciertos asalariados de los grupos de poder, que nunca atinan a presagiar al ganador de las contiendas electorales.