Hora de reencauzar el siglo XXI

"Es momento de valorar con ecuanimidad nuestro historial reciente de logros y fracasos, de evitar la ingenua complacencia de principios de siglo y el paralizante catastrofismo"
La mayoría recordará el entusiasmo generalizado que suscitó la llegada del siglo XXI. Era época de editoriales grandilocuentes, de propósitos ilusionantes y de indisimulada osadía occidental. Desde entonces, tan solo ha transcurrido un parpadeo, en términos históricos. Sin embargo, el espíritu de los tiempos parece haber cambiado radicalmente, incluso si dejamos de lado la crisis de COVID-19. Para buena parte del mundo, este siglo ha estado repleto de frustraciones y desengaños.
Muchos ya no afrontan el futuro con confianza, sino con temor. Hace dos décadas, poco importaba cuál fuese la pregunta: la respuesta por defecto era siempre más globalización. Se trataba de un afán legítimo y loable, pero olvidamos construir las necesarias salvaguardas. Acontecimientos tan devastadores como la actual pandemia y la crisis financiera de 2008 han evidenciado que una mayor interdependencia implica un mayor riesgo de contagio, literal y figuradamente.
Además, el 2020 demostró que la especialización productiva puede ser fuente de vulnerabilidades y, previamente, ya habíamos reparado en que las derivadas políticas de la deslocalización habían sido subestimadas. No deberíamos permitir, sin embargo, que la desazón que se ha extendido por muchos países oscurezca los incontrovertibles avances colectivos que venimos cosechando. Entre 2001 y 2019, la esperanza de vida a nivel global aumentó de los 67 a los 73 años (en África, pasó de 53 a 63).
La presencia femenina en puestos de responsabilidad se ha incrementado considerablemente y, en 2019, alcanzamos un pico (todavía muy insuficiente) de 19 mujeres a la cabeza de Gobiernos estatales. Cuando la Administración Biden tome las riendas de EE. UU., el Acuerdo de París sobre el cambio climático volverá a estar respaldado por todos los Estados del planeta. Y la UE ha ido superando sus baches con mayor integración, incluyendo un fondo de recuperación pos-COVID que se financiará mediante una emisión conjunta de deuda y se distribuirá parcialmente en forma de subsidios.
Reflexionar sobre algunos escenarios contrafácticos también puede ayudarnos a ganar perspectiva. ¿Qué hubiese sido de la economía global a fines de la década pasada sin el estímulo de demanda que proporcionó China, cuya industrialización ha sacado de la pobreza a centenares de millones de personas? ¿O qué hubiese sucedido si la actual pandemia nos hubiese golpeado hace 20 años, cuando no disponíamos de las tecnologías necesarias para resguardar ciertos sectores económicos mientras se promueve el distanciamiento social?
Ahora que ya cerramos el infausto 2020 e inauguramos la tercera década del siglo XXI, es momento de valorar con ecuanimidad nuestro historial reciente de logros y fracasos, de evitar la ingenua complacencia de principios de siglo y el paralizante catastrofismo. Los principales desafíos que tenemos por delante son notables, pero asumibles: asegurar que la creciente multipolaridad es compatible con la paz y la cooperación internacional, subsanar las grietas que se han abierto en nuestras sociedades digitales y recuperar un hábitat equilibrado y sostenible.
De nosotros depende que 2020 sea recordado como el más serio sobresalto de este turbulento siglo, cuya moraleja aprendimos, o como un mero preludio de lo que estaba por venir.
Javier Solana
Es ‘distinguished fellow’ en la Brookings Institution y presidente de EsadeGeo-Center for Global Economy and Geopolitics.