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César Febres-Cordero Loyola | La casa dividida de Rafael Vicente

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Hasta ahora nadie más que Aguiñaga se ha atrevido a dar el salto al vacío

El correísmo hoy pelea sus batallas más duras dentro de sus propias filas. Hasta ahora, ni las persecuciones ni las derrotas habían podido detener su maquinaria política, que entre juicios y campañas logró mantener asediados a tres gobiernos. Las diferencias a la interna, latentes desde el comienzo, tampoco habían hecho más que afianzar la fórmula caudillista de Rafael Correa: todos los proyectos alternativos, las izquierdas y hasta los correísmos sin Correa, fracasaron. Los traidores, por su parte, acabaron en su mayoría perseguidos, finiquitados o entregados a la derecha.

El cuento de la tinta mágica rompió con eso. Aunque al principio pudo haberle parecido a la dirigencia como un berrinche pasajero, pronto Correa les hizo saber que para él ese era un asunto bastante serio. Tan solo reconocer la legitimidad del gobierno reelegido convirtió a varios alcaldes y prefectos en sospechosos de traición, una locura que ha involucionado hasta el punto en que Correa ahora condena toda forma de cooperación con el Gobierno, así sea en pos de conseguir fondos para ejecutar obras.

Lo que ocurre dentro de la RC no es simplemente un tema de rencillas personales (que no deja de ser importante, solo hay que recordar cómo sacaron a Aguiñaga de la presidencia del movimiento para entender mejor su salida). Tampoco algo profundamente ideológico (por algo Luisa la conservadora y Arauz el cabezón están del mismo lado). El problema principal es que los líderes locales del correísmo ven cada vez más difícil el poder llegar de pie al 2027 enemistándose con el presidente y temen que el techo que les impone Correa se vaya acercando cada vez más al piso que les provee.

Hasta ahora nadie más que Aguiñaga se ha atrevido a dar el salto al vacío. No debe sorprendernos. La derrota y la falta de rectificación de Noboa presentan al peor correísmo posible la posibilidad de mostrarse como un mal menor para suficientes votantes. Y no es nada fácil salir con la gracia con la que Marcela, hasta ahora, ha dado un paso al costado. Quizá solo Aquiles, que nunca estuvo adentro, está subido en una mejor plataforma para dar el salto.