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César Febres-Cordero Loyola | ¿Hay un plan para Venezuela?

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La dictadura venezolana es distinta a los regímenes autoritarios que soltaron el poder en la región

Hay un plan para derrocar a la dictadura en Venezuela, o al menos eso dicen los opositores organizados alrededor de María Corina Machado. Ese plan es un misterio para la mayoría de quienes lo invocan incesantemente y no queda claro si es tan solo el plan de Machado, el del secretario de Estado Marco Rubio o el del presidente Donald Trump.

Instintivamente, Mr. Trump vive en busca de victorias rápidas que se presten para anuncios rimbombantes, aunque frecuentemente termine descarrilado por las presiones de las esferas de poder que lo orbitan y por la resistencia a veces inesperada de ciertos políticos.

En el caso de Maduro, la resistencia no es el problema. Aunque Catar ha tratado de reprisar el rol de mediador y le ha transmitido a Trump una propuesta de Maduro para su salida y una transición controlada, el presidente estadounidense se ha negado a aceptarla. Es difícil valorar esa oferta sin conocerla en detalle, pero es obvio que cualquier pacto con el régimen sería muy difícil de digerir.

La dictadura venezolana es distinta a los regímenes autoritarios que soltaron el poder en la región. Sus miembros y facilitadores no solo han amasado fortunas personales, sino que han absorbido a través de la estructura militar y partidista a una buena parte de la economía venezolana. Encima de eso, en su esfuerzo de dividir a la oposición y lavarse la cara, han montado penosos remedos de mesas de diálogo que no han hecho más que desacreditar cualquier intento de acuerdo con el régimen.

Como consecuencia, a los chavistas se les hará difícil soltar las riendas del poder porque perderían mucho más que eso, y a la oposición auténtica le podría costar toda su credibilidad siquiera sentarse a negociar. La intervención directa parece ser la única salida, y Trump ha caminado hacia ella forzando los límites de la legalidad. Sin embargo, él está consciente de que una guerra sería impopular y su resultado incierto, y por tanto permanece reticente. Hasta mientras, él mira hacia sus votantes y les presenta todo el asunto como parte de su agenda doméstica de control migratorio, combate contra el tráfico de drogas y retribución (en este caso en forma de petróleo).