César Febres-Cordero: No a la junta de notables

La Constitución de Montecristi no aguanta más y sería un despropósito intentar salvarla
La Constitución de Montecristi no aguanta más y sería un despropósito intentar salvarla. La RC, su coautora, a pesar de declarar que su intención es revertir los efectos de la consulta descorreizadora de 2018, propuso sustituirla enteramente si ganaba las elecciones.
El anticorreísmo, representado por el presidente, viene queriendo cambiarla desde hace años por cualquier vía, algunas sacadas de la chistera y otras directamente de las gorras de plato de los triunviros. Solo quedan para defenderla los coautores que se quedaron fuera de la coalición correísta que estaba dizque refundando al país: el movimiento indígena, derrotado y divido, y otros grupos de izquierda, casi extintos.
Lo que vale defender, en el nombre de la Constitución que reemplazará a la actual, sea por intensas reformas o por un proceso constituyente, es a la propia democracia constitucional. Pero eso es una tarea casi imposible.
Lo que la Constitución manda, un procedimiento que pasa por tres elecciones y que tomaría por lo menos un año, sería inconveniente para el Gobierno y cansino para el país. Por eso ahora escuchamos, y lo sugería el presidente desde antes de la segunda vuelta, que en Carondelet están buscando la forma de inventarse una interpretación del artículo 444 que les ahorra tiempo, dinero y peleas.
Lo que ciertos ‘eiségetas’ de bolsillo sugieren es que al leer que “la asamblea constituyente sólo podrá ser convocada a través de consulta (…) La consulta deberá incluir la forma de elección de las representantes y los representantes y las reglas del proceso electoral”, “proceso electoral” puede significar designación a secas, permitiéndole al Gobierno armar un comité de padres de la patria nombrados por las cinco funciones del Estado y de esa forma ahorrarse una campaña e incontables debates en el pleno de una Asamblea.
A esto no debemos oponernos por mera pedantería, sino por el interés de todos. Si el Gobierno se carga a la representación de los votantes y mete una Constitución exprés, podemos olvidarnos desde ya de que las sugerencias de la sociedad sean siquiera contempladas en el texto que iremos a votar, y otra vez nos obligarán a elegir el mal menor.